Francisco Ledesma
ALFREDO DEL MAZO MAZA I/III
La construcción de un candidato
La candidatura de Alfredo del Mazo Maza a la gubernatura del Estado de México se decidió con anticipación al 26 de enero de 2017, fecha en que el priísta anunció que había solicitado licencia al cargo de diputado federal para registrar su aspiración un día después ante la Comisión Estatal de Procesos Internos.
En la cena navideña del 2014, Del Mazo había recibido la instrucción desde la oficina presidencial para renunciar a la dirección general de Banobras, cargo al que llegó en diciembre de 2012, apenas unos días después de la toma de protesta de su primo, Enrique Peña Nieto como presidente de México. Entonces, Alfredo estaba por concluir su mandato como presidente municipal de Huixquilucan, pero debió solicitar licencia y emigrar al gabinete federal.
Dos años más tarde, Del Mazo Maza se alistaba para dejar su encomienda federal, bajo la consigna de buscar convertirse en diputado federal por el distrito 18 con cabecera en Huixquilucan. La antesala legislativa, era sólo una plataforma para regresar a la tierra natal y desde ahí concursar por la gubernatura del Estado de México, un cargo que ya habían ocupado antes su abuelo Alfredo del Mazo Vélez -entre 1945 y 1951-, y su padre, Alfredo del Mazo González -entre 1981 y 1986-.
Con las tribulaciones de un partido que se desmorona, el priísta ganó la diputación federal en junio de 2015, en medio de pugnas y traiciones, pues de los cinco municipios que conforman el distrito electoral, el priísmo salió derrotado en cuatro alcaldías: Huixquilucan y Jilotzingo ganadas por el PAN, Xonacatlán a manos del Partido del Trabajo, e Isidro Fabela con triunfo del PRD. El PRI sólo se alzó con la victoria en Lerma. Todo apuntaba a que desde las altas esferas del priísmo local se había apostado a descarrilar a Del Mazo en el escenario de elecciones intermedias, pero la fórmula les fue insuficiente a sus contrincantes. Del Mazo se impuso en las urnas y fue electo legislador federal.
Tres meses más tarde, en la víspera por asumir sus funciones en San Lázaro, por decisión del presidente Peña Nieto, el gobernador Eruviel Ávila reunió a los diputados federales priístas electos del Estado de México para anunciar que Alfredo del Mazo sería el coordinador de la bancada mexiquense. Desde ahí, ejercería un liderazgo indiscutible sobre 39 diputados, y aprovecharía el escaparate para recorrer los 40 distritos electorales federales sin reparo y sin descanso. El plan electoral por la gubernatura estaba en marcha.
En paralelo, en pleno cabildeo parlamentario, logró ser nombrado presidente de la comisión legislativa de Infraestructura, una cartera gubernamental a la que ha estado vinculado el delmacismo desde hace tres décadas. Ahí, en una comisión de estrecha relación con la Secretaría de Comunicaciones y Transportes a cargo de Gerardo Ruiz Esparza, quien fungió como secretario técnico del gabinete de su padre, Del Mazo González, en la década de los ochenta. El mismo secretario de Comunicaciones del sexenio peñista en el Estado de México y en el Gobierno de la República, de estrechas relaciones con los presuntos casos de corrupción que enmarcan las licitaciones a la española OHL, y al Grupo Higa, del empresario tamaulipeco, Juan Armando Hinojosa.
La aspiración fallida
Sin embargo, el camino había sido tortuoso, pues Alfredo del Mazo Maza había sido marginado de la candidatura a gobernador cuatro años antes, en marzo de 2011, cuando el entonces mandatario estatal, Enrique Peña Nieto debió recular en su decisión, para ungir a Eruviel Ávila como el abanderado priísta y a la postre sucesor del peñismo como mandatario mexiquense.
En ese momento, Ernesto Nemer y Ricardo Aguilar, también precandidatos, habían decidido declinar a favor de Del Mazo. Sin embargo, Eruviel se opuso a la decisión y amagó con encabezar una alianza conformada por panistas y perredistas, en caso de no ser designado candidato. Luis Videgaray se mantuvo al margen, pero emergería como un soporte a la candidatura de Eruviel, al ser nombrado coordinador de campaña de Ávila Villegas.
El lunes 21 de marzo de ese lejano 2011, en la ceremonia por el natalicio de Benito Juárez arribaron a Toluca: Alfredo del Mazo, Eruviel Ávila Villegas, Ernesto Nemer, Luis Videgaray y Ricardo Aguilar. El orador oficial, el entonces diputado federal, Alfonso Navarrete Prida fustigó las alianzas opositoras como una estrategia de obtener el poder sin respeto a sus ideologías políticas, pero además daba pistas sobre la próxima candidatura priísta a la gubernatura.
La primera de las señales se asentaba en que el distrito que representaba coincidía con el de los afectos peñistas: Huixquilucan. En una segunda señal, su rechazo absoluto a la eventual coalición entre panistas y perredistas resonaba en la intención eruvielista. Y por último, defender la postulación de Del Mazo, a quien se le cuestionaba que su único mérito era su parentesco con dos exgobernadores, y con el propio Peña Nieto.
“El único criterio válido para juzgar a alguien es el del valor personal. Criticar a alguien por sus antecedentes de vida con el único afán de denostarlo, a lo largo del tiempo, si hay valores, terminan por engrandecerlo”, afirmó Navarrete Prida para referirse a Benito Juárez, pero legitimar lo que ya se daba como un hecho: la candidatura a gobernador de Alfredo del Mazo.
El jueves 24 de marzo de ese lejano 2011, Alfredo del Mazo se comunicó vía telefónica con los principales actores de la clase política mexiquense para invitarlos a su registro como precandidato único a la gubernatura, previsto para el domingo 27 de marzo en la sede estatal priísta. Todavía revisó aspectos de la logística, la convocatoria de la militancia y hasta de la propaganda ya impresa para su arranque de precampaña, al mismo destino de su abuelo y su padre.
Sin embargo, el viernes 25 de marzo, Eruviel se mantenía firme con la amenaza bajo el brazo por no desistir. Luis Miranda, secretario general de gobierno, se trasladó hasta Ecatepec para que respetara los acuerdos sucesorios y guardara la lealtad política necesaria para Enrique Peña Nieto. El alcalde de Ecatepec no aceptó la interlocución con Miranda y pidió hablar con Peña, en un hotel de Metepec para hacerle saber su intención de irse a la oposición.
Eruviel no estaba solo. Acompañado por el exgobernador Arturo Montiel y la otrora poderosa líder del magisterio, Elba Esther Gordillo, emplazaron a Enrique Peña para respaldar la candidatura de Ávila. En la ecuación de esos tres actores políticos, la postulación de Alfredo del Mazo se opondría a sus intereses y a los de sus grupos políticos en la antesala por la elección presidencial.
Peña Nieto estaba encaminado a ser el candidato del PRI a la Presidencia de la República, pero debía dar muestras de su liderazgo, unidad y dominancia en su propio estado, por lo que una indisciplina sería imperdonable para el puntero de las encuestas electorales. Enrique no tuvo otra salida, y favoreció a Eruviel.
Por la noche de ese viernes, citó a los precandidatos a la gubernatura para darles a conocer el cambio de decisiones. Eruviel, sabedor de la conquista, arribó orondo frente a un Alfredo del Mazo que se mostraba desconcertado. La determinación ahora sí parecía inamovible.
A la mañana siguiente, Del Mazo fue obligado a encabezar un anuncio de medios para declinar a favor de Eruviel; minutos más tarde, el alcalde de Ecatepec ya había citado a sesión de cabildo para separarse de su encargo de forma definitiva, con la aspiración por delante, pero la candidatura bajo el brazo.
Cuentan que ese sábado, Carmen Maza, madre de Alfredo, habría estallado en llanto junto a su hijo, trayendo a la memoria las amargas derrotas que ha traído consigo la política a la familia. En 1987, Del Mazo González se quedó en la orilla de la candidatura presidencial priísta, vencido por el tecnócrata Carlos Salinas de Gortari, a la postre presidente de México. En un fallido respaldo, Alfredo salió a felicitar a Sergio García Ramírez (pensando que era éste el candidato), entonces titular de la PGR, cuando en realidad la nominación había recaído en la empoderada secretaría de programación y presupuesto. El dislate delmacista le costó su exilio como embajador de México en Bélgica.
A su regreso a la política mexicana, en el sexenio de Ernesto Zedillo, el mexiquense Alfredo del Mazo fue postulado como candidato a jefe de gobierno del extinto Distrito Federal, que por primera ocasión elegiría en las urnas a su gobernante, ya que antes la figura de regente de la capital del país era una designación del gabinete presidencial, a donde habían llegado liderazgos como el también mexiquense, de Santiago Tianguistenco, Carlos Hank González.
La carrera de Alfredo del Mazo González, cayó en un abismo, al deslizar al priísmo a un vergonzoso tercer lugar en la elección capitalina, derrotado ante el líder moral de la izquierda del fin del siglo XX, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, hijo del expresidente mexicano, Lázaro Cárdenas del Río. Esas remembranzas taladraron la memoria de la familia, ante el desplazamiento de Alfredo del Mazo Maza de su carrera por la gubernatura mexiquense.
Alfredo del Mazo, acompañó a Eruviel, el domingo 27 de marzo, a la sede del PRI mexiquense, para atestiguar el registro del ecatepense como precandidato único a la gubernatura, eliminando con ello cualquier riesgo de coalición opositora. Ávila estuvo arropado por figuras vinculadas al exgobernador Arturo Montiel, como Manuel Cadena Morales, Carlos Rello, Marco Antonio Nava y Navas, y los precandidatos Videgaray, Nemer, Aguilar, y el rostro desencajado de Alfredo del Mazo, que no asimilaba su derrota.
Durante la campaña de Eruviel Ávila, en su gira por Huixquilucan -gobernado por Alfredo-, el ecatepense recibió el respaldo del exgobernador Alfredo del Mazo González. La campaña eruvielista, fue arrolladora por el sueño atlacomulquense de colocar a Peña Nieto en el despacho de Los Pinos. La oposición postuló como candidatos al perredista, Alejandro Encinas, y al panista, Luis Felipe Bravo Mena, ambos ya habían competido por la gubernatura en 1993, cuando fueron derrotados en las urnas por Emilio Chuayffet Chemor. La historia se repetiría con pocos matices.
Con el sesenta por ciento de los votos, Eruviel Ávila logró una victoria irrebatible, con diferencias de dos a uno y tres a uno, respecto de Encinas y Bravo Mena. El triunfo era producto de la inercia peñista para convertirse en el candidato presidencial del priísmo, y recuperar para su partido la Presidencia de la República, que había sido entregada al panismo doce años antes.
Mañana El Poder Dinástico