Francisco Ledesma / Elegir por la democracia
La Universidad Autónoma del Estado de México ha comenzado formalmente su proceso de elección a la rectoría, con la apertura de registros de aspirantes, y arrancará el lunes 10 de marzo con las jornadas de promoción de las candidatas ya avaladas para suceder a Carlos Barrera Díaz; pero más allá de apuntalar aquí una candidatura idónea, lo ideal es que la comunidad tuviera las condiciones para construir una democracia universitaria, por encima de decisiones cupulares.
Existen voces al interior de la máxima casa de estudios mexiquense, aquellas encaminadas a proteger algunos intereses, que insisten mucho en cuidar la unidad de la institución -discurso que nos recuerda partidos hegemónicos del siglo pasado-, pero confunden la unidad con la uniformidad, porque se resisten a la posibilidad de que docentes, estudiantes y administrativos piensen de manera diferente, aun cuando la pluralidad de ideas distingue a los universitarios.
Esas mismas narrativas, machacan, con que es indispensable la institucionalidad de quienes pertenecen a la Universidad, equivocadamente, asumen que la institucionalidad debe ser sinónimo de subordinación, y nadie puede sostener decisiones contrarias a lo que dicen los mandos de dirección; y eso permitió durante décadas encausar el ungimiento de candidaturas únicas, sin que la comunidad universitaria tuviera opciones de elegir. Era en esencia, un monopolio del poder, porque todo se reducía a un solo candidato en la boleta del rectorado.
Formados en el viejo régimen -del cual ahora reniegan o pretenden archivar en la carpeta del olvido-, también tergiversan la autonomía cuyas reglas aplauden cuando les favorecen, pero reprochan cuando les niegan posiciones de poder; la autonomía sí es la posibilidad del autogobierno, pero con el respeto a las reglas del poder público, y donde todos y todas, quienes tengan méritos y requisitos, puedan votar y ser votados sin cortapisas, superando los excesos y abusos del poder, que a veces imponen obstáculos en el camino.
En la democracia mexicana, los votantes siempre han sido motivados por un sistema de incentivos -un puesto en el gobierno, un programa social y hasta una despensa-, y eso de forma recurrente se adoptó en otras instancias de poder, y ha sido herencia de un régimen que se resiste a morir -muy a pesar de la alternancia electoral-, y donde prevalece una coacción en la toma de decisiones, tomando ventaja desde las posiciones de poder político, económico o jerárquico de quien las ejerce. Eso pervierte cualquier democracia, más aún las incipientes.
Hoy, es aplaudible la posibilidad de que la UAEMex tenga abierta la ventana a la que tendrá su primera rectora a partir del mes de mayo, pero tan importante es que, quien lo haga, pueda romper los techos de cristal, pero además, abrir las puertas de la democracia interna, esa que posibilite decidir en libertad, no hacer de la Universidad una extensión partidista del pasado, y entienda que la inclusión no son grupos políticos, y la civilidad es sinónimo de respeto a la legalidad.
La comunidad universitaria tiene una oportunidad histórica de renunciar a las candidaturas de unidad, sólo falta que se le garantice decidir sin injerencias ni de adentro, ni de afuera, ni del pasado ni del presente. La democracia es un buen ejercicio para quien aspire tener la legitimidad, y no sólo una simulación para quien ambiciona un cúmulo de privilegios que representa una posición de poder.
La tenebra
Antes que elegir entre una candidata u
otra, es momento de elegir por un proceso en democracia.