A paso lento, en la Legislatura del Estado de México han avanzado las comparecencias de distintos integrantes del gabinete de Alfredo Del Mazo, como parte de la glosa de su primer informe de gobierno. Pocas luces se han logrado dilucidar en el balance de cifras, acciones y pendientes, donde proliferan las justificaciones, las verdades a medias y las culpas a factores externos.
En la medida que transcurre la asistencia de los secretarios del gabinete, el mandatario estatal hace ajustes a su equipo de trabajo, como si fuese un reconocimiento a las encomiendas pendientes, a la falta de resultados y a las metas incumplidas en los primeros doce meses del ejercicio de gobierno.
Sin embargo, lo que se puede advertir en la andanada de modificaciones, sólo existe un acomodo de piezas a las élites del poder que fracasaron en sus aspiraciones electorales; se trata en esencia de componendas políticas a favor de los mismos de siempre. Los candidatos que perdieron en las urnas, por rechazo del electorado, ahora piden un espacio en el gobierno estatal. Se imponen sin mayor evaluación institucional, que los afectos personales y los acuerdos políticos, para permitir la entrada de unos, y la salida de otros.
Como tradicionalmente se toman decisiones, los cambios en el gabinete responden a acuerdos políticos. Poco hay acerca de los perfiles profesionales o del conocimiento técnico de las carteras para las que han sido asignados; carecen de la especialización que tanto defienden quienes rechazan la imposibilidad de reducir salarios en el gobierno federal, y que reflejan que es un argumento insuficiente cuando prevalece el influyentismo y amiguismo en la designación de los mandos medios y superiores de la estructura burocrática.
En los meses por delante, parece una estrategia determinada, que el gobierno mexiquense servirá también de refugio para mucha de la burocracia que todavía labora en el gabinete peñista. Aquí, en la gestión delmacista estará la puerta abierta para otra serie de ajustes que sucederán entre enero y febrero entrante, a donde inclusive se sumarán alcaldes que están por concluir su gestión.
El eruvielismo vive el oscurantismo de su mandato. El gabinete delmacista -donde ningún secretario del pasado sexenio repitió- se ha encargado de desvincularse, una y otra vez, de las inconsistencias del exmandatario, aunque muchos de sus fieles colaboradores permanecen en cargos menores en la difusión del actual gobierno, y eso dificulta comunicar con claridad los desfalcos, las omisiones y las negligencias que cometieron los exsecretarios del eruvielato.
El mensaje en las urnas de julio pasado fue un total rechazo a la clase gobernante y a sus formas repetidas, incluido el reciclaje de los hombres y las mujeres de siempre. Por tanto, se hace necesario pensar en una nueva generación de la clase política, especializada en sus marcos de actuación por encima de complacer a las élites del poder público.
Para Del Mazo, el momento es ahora, pero en su toma de decisiones deberá favorecer el relanzamiento de su mandato para mejorar la percepción social y asumir un liderazgo que a la fecha parece vacío y ausente en las formas políticas más elementales. En su futuro personal, está sacudirse la sombra de todos los exgobernadores, y alentar a su propio círculo cercano, sin ceder a las presiones políticas de quienes están acostumbrados a prevalecer sexenio tras sexenio.