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El Manual de Maquiavelo 07-08-2020

Francisco Ledesma / Ganar Atlacomulco

La reconstrucción del PRI hacia las elecciones de 2021, y que eso se convierta en impulso suficiente para retener la gubernatura mexiquense en 2023, pasa irremediablemente por la recuperación de su origen: Ganar Atlacomulco.

Impensable hubiera resultado que en el ocaso del sexenio peñista, la hecatombe electoral alcanzaría a Atlacomulco (municipio que da nombre al grupo político más influyente del estado y de incidencia en el espectro nacional). Sin embargo, la mala nota acumulada por decenios hizo que colapsara el principal bastión priísta, cuna biológica de cinco gobernadores y símbolo político de al menos otros tres mandatarios, incluido al actual: Alfredo Del Mazo Maza.

De esa tierra, emergió la candidatura de Enrique Peña a diputado local, en el muy lejano 2003, que lo llevaría hasta Los Pinos en meteórica carrera de nueve años, con escala previa en el Palacio de Gobierno de la ciudad de Toluca.

En la penitencia del señor del Huerto, hoy el priísmo debe demostrar su capacidad para recuperar el origen de su poder político en el estado más influyente del priísmo actual, ya sea por sus más de 12 millones de electores, sus 41 distritos electorales federales, y los cuantiosos recursos presupuestales.

En apenas diez meses, deberán resurgir los liderazgos hoy en pausa de los Monroy, los Velasco, los Montiel, los Peña, los Del Mazo, y demás figuras que han arropado por tantos años el poder político del Estado de México.

Sin saberlo, en los históricos comicios de 2018, Morena asestó un duro golpe electoral cuando ganó Atlacomulco, una localidad que en los últimos 89 años nunca había conocido la alternancia del poder municipal, enraizada en el empoderamiento de su clase gobernante y la marginación de sus habitantes.

Hoy, el Grupo Atlacomulco buscará reivindicar sus victorias, pero deberá comenzar por la tierra más fértil para sus propias estructuras electorales. Y desde ahí, construir una base de votantes que le permita reconstruir su dominancia en el norte del estado, ahí donde el voto verde (campesino), fue siempre su voto duro, ventaja suficiente para derrotar cualquier desafío.

En la estrategia opositora, la mejor forma de avanzar a las elecciones de gobernador será resquebrajar al priísmo en sus regiones de mayor influencia.

En el PAN, la figura de Enrique Vargas se ha convertido en el factor de decisión desde Huixquilucan. En su estrategia electoral, el panismo buscará ampliar su zona de influencia en su entorno territorial: Atizapán de Zaragoza, Naucalpan, Cuautitlán Izcalli y extender el corredor azul hasta Tlalnepantla.

En Morena, no hay duda alguna, desde Texcoco, cuna de Higinio Martínez, Horacio Duarte, Delfina Gómez y Francisco Vázquez, se erige el grupo de mayor influencia para las elecciones locales de los próximos cuatro años. Aquí Morena ganó su primera alcaldía hace cinco años, y ha potenciado su músculo político.

Mientras la oposición teje sus estrategias en baluartes definidos, el priísmo local está huérfano de su basamento territorial. Por eso, hoy más que nunca, Atlacomulco se convierte en prioridad de su estrategia electoral, no por su base de votantes, pero sí por su representación simbólica para la clase gobernante que ha dominado el espectro político mexiquense de los últimos ochenta años.

La elección de Atlacomulco tendrá un ingrediente adicional para conocer la capacidad de reconstrucción de un partido con altos índices de desaprobación; o bien, la forma de dilapidar el capital político de Morena, que en apenas 24 meses ha demostrado que el desgaste del poder terminará por derrochar votos de quienes se sientan decepcionados con la alternancia electoral experimentada.

La tenebra

La estrategia electoral y las candidaturas del PRI mexiquense se definirán en Toluca. Todo por aprobación del despacho 216 de Palacio de Gobierno. Aquí no se necesita del visto bueno de la dirigencia nacional, tampoco de su cambio de estatutos. Mucho menos de su secretario de organización, o del exdirigente estatal, hoy asesor de Alito.

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