La reelección existente
Francisco Ledesma
La reelección tan discutida en la Cámara de Diputados Federal no es la panacea para ofrecer una democracia efectiva, o con resultados positivos como se pretende posicionar en el imaginario de la opinión pública. Más allá de las posturas a favor o en contra de la posibilidad de que los gobernantes se reelijan –y fomentar con ello votos de castigo- no es una condición sine qua non para devolverle su esencia a la evolución democrática del país.
Lo que realmente lacera las condiciones políticas que enfrenta la nación –y que no se quiere abatir- es el reparto de cuotas de poder entre los partidos políticos, en los poderes del Estado y en los cargos de elección popular. Esa inevitable rebatinga que se da entre sindicatos, asociaciones civiles, organizaciones empresariales, poderes fácticos, grupos políticos y dinastías familiares para mantener el statu quo del régimen que da gobernabilidad.
Como una circunstancia inquebrantable, los grupos políticos se resisten a la renuncia de las canonjías que otorga el poder. Grandes salarios, transportación y telefonía subsidiada, un séquito de personas a su servicio particular, el ejercicio del poder, el tráfico de influencias y el lobbying para que sus cotos de control se mantengan inamovibles. Ese es el verdadero motivo de la parálisis que aqueja al sistema político, por encima de los gobiernos divididos y la motivación para impulsar cláusulas de gobernabilidad con tufos autoritarios.
No se trata de una falta de profesionalización en los cuadros legislativos o en quienes gobiernan a nivel municipal los ayuntamientos del país. Ejemplos sobran para hacer notar la experiencia de algunos legisladores como Armando Neyra Chávez, que fue diputado federal en 1979, 1991, 1997, 2003 y 2009, y en todas bajo la consigna de representar al sector obrero, cuyas condiciones poco se han modificado en los últimos 30 años, y por el contrario se han deteriorado. Pero la bandera de las cuotas de poder mantienen vigente la curul hacia uno de sus líderes de mayor andamiaje en la entidad y en el país.
Otro caso emblemático es César Augusto Santiago –priísta de viejo cuño- que ha sido diputado federal en 1980, 1985, 1991, 2000 y 2009. Sin embargo, extraño resulta que sea el PRI quien más cuestiona la posibilidad de la reelección inmediata, cuando su renovación de cuadros no es tan sostenible como sería deseable, en su discurso y en la asignación de candidaturas.
En el fondo, lo que prevalece son los cotos de poder que nacieron y crecieron bajo criterios del viejo régimen y que no han evolucionado. Por el contrario, con la alternancia política, esos vicios de origen se volvieron parte de los partidos que llegaron al poder, y que colapsaron frente al “dedazo”, el “acarreo”, las “componendas” y otras tantas indefiniciones antidemocráticas.
Y es ahí donde el discurso se vuelve insostenible. Es en ese espacio donde el hartazgo social toma forma. Los cacicazgos permanecen intactos y los dominios dinásticos toman sentido. La reelección o no importan poco, los pesos y contra pesos se vuelven inexistentes, y el negocio del poder se vuelve en un cabildeo imperfecto y hasta perverso para beneficio de unos cuantos.
En el PRI todo tuvo su origen, hoy con presente y destino. Desde el SNTE –hoy convertido en PANAL- hasta el IMSS. Los ferrocarrileros y los electricistas. La CTM y la CTC. Y dentro del priísmo, sus sectores: la CNC y la CNOP. Todos con partido, y exigiendo espacios parlamentarios. La causa es la misma, el clientelismo electoral, el corporativismo vigente, la democracia insuficiente.
Y en el PAN, copiaron el estilo. Desde Maquío y la Coparmex. Los empresarios y el neopanismo que ganó palmo a palmo espacios de poder hasta ganar la Presidencia de la República. Los banqueros, Servitje y tantos otros. El conservadurismo y la Iglesia –con candidatos propios-. El Yunque y su esencia cristiana. Los doctrinarios. El calderonismo y los suyos. Provida y otros más.
Mientras que en el PRD, delineados con la genética priísta, se mimetizaron muy pronto. Las tribus y el cardenismo. Los Panchos Villas. Los Bejaranos y los Padierna. Los Ímaz. Rosario Robles y sus amoríos entrampados. El DF y Michoacán. El lopezobradorismo intransigente. Los chuchos y la veleta de sus ideales. Marcelo y Camacho Solís, con su política acomodaticia.
Y así funciona el poder en México, el Ejecutivo y el Legislativo. Las negociaciones, los arreglos en lo “oscurito”, las cosas inconfesables y la prevalencia del régimen. Todos en lo suyo: Legislando poco pero haciendo lo suficiente, lo necesario y a veces hasta lo imposible para mantener el poder.
La tenebra
Si te mandan a defender el voto ante el árbitro electoral, difícilmente podrás ir a buscar el voto en 2012. Si te quitan la estructura más amplia del partido en la víspera de renovar su dirigencia. Y te mencionan como posible coordinador de tu fracción pero quedas en la nada, no compres boleto de lotería en los próximos seis años. La suerte, simplemente, no está de tu lado.