Mientras el procurador de justicia estatal, Miguel Ángel Contreras Nieto asegura que el crimen disminuye, la delincuencia organizada le cuelga en sus narices siete narcomantas que desafían a otro grupo criminal. El Estado de México parece tierra fértil para la penetración de organizaciones delincuenciales. En el sur se ha acreditado desde hace tiempo cultivo de marihuana. Mientras en zonas urbanas ha proliferado el consumo de estupefacientes. El potencial de consumidores es innegable.
La aparición de narcomantas de Los Caballeros Templarios marcan el territorio. El grupo criminal escisión de La Familia Michoacana se ha asentado en el Estado de México y manda con fuerza un mensaje retador a Los Zetas. La pelea por las plazas es causa irrefutable de los miles y miles de ejecutados, y el Estado de México no es la excepción. Que a nadie sorprenda si la disputa entre Zetas y Caballeros convierten al estado en campo de enfrentamiento. Ojalá la autoridad actúe a tiempo.
Han sido acreditados los casos, en que el Estado de México ha servido como escondite y refugio de capos del narcotráfico. El Indio, La Barbie, El JJ, La Mano con Ojos, y una lista cada vez más abultada de cabecillas criminales que vivían en mansiones de la entidad. Es lacerante la amenaza que ha tendido el crimen organizado en el estado, y más recientemente en la capital mexiquense, que se ha convertido en sitio de múltiples ejecuciones, y mensajes de amenaza latente. La realidad nos alcanzó.
No basta con decir que –ahora las narcomantas- son casos aislados. Tampoco es suficiente asegurar que los grupos criminales no operan en el estado. Las personas de a pie se sienten inseguras. La delincuencia común y la organizada son una constante en la capital mexiquense y sus alrededores. Los narcomensajes también son, por supuesto, un desafío a las autoridades que parecen inertes frente a una declaración de guerra entre Caballeros Templarios y Los Zetas, en pleno Valle de Toluca.
Es cada vez más común leer en redes sociales sobre asaltos a plena luz del día, en centros comerciales, en la vía pública, y estacionamientos. Familiares, amigos y conocidos han sido víctimas del hampa. La desconfianza en la autoridad impera. Muy pocos denuncian. Prolifera la impotencia de quienes han padecido el delito. Se pierde la capacidad de asombro, y la delincuencia se toma como rutina, como un riesgo constante. Se pierde la tranquilidad. Se pone en riesgo la integridad y el patrimonio.
En la víspera, circula en redes sociales la foto de una joven de 17 años, de nombre Daniela Patiño, desaparecida el pasado domingo. Hechos ocurridos por la tarde en los límites de Toluca y Metepec. La familia y sus amigos muestran su preocupación. La autoridad investiga, mientras el tiempo se consume. La indignación parece haberse apoderado del tuiter y el Facebook. La vulnerabilidad de esa joven, muestra de qué tamaño es la deuda de las autoridades con su población. Simple.