El Manual de Maquiavelo 26-04-2024
Francisco Ledesma / Se buscan incentivos para el votante
El arranque de las
campañas electorales parece un buen incentivo, pero únicamente para la clase
gobernante que pretende perpetuarse en el poder público. A partir de este
viernes, cientos de candidatos a alcaldes prometerán convertir en un mejor
lugar la ciudad donde vivimos, aunque decenas de ellos no tengan ni idea de
cómo hacerlo, ni tampoco la mínima posibilidad de ganar; mientras otro puñado
de aspirantes ya tuvo la oportunidad de ejecutarlo, y a pesar del incumplimiento
en las promesas de su proselitismo de hace tres años, hoy vienen con la
pretensión de reelegirse.
A partir de este
viernes, cuando los mexiquenses salgan a las calles, ahora sí notará un espacio
público contaminado de bardas, anuncios espectaculares, y demás publicidad
urbana con la imagen filtrada de candidatos que parecen más jóvenes y con mayor
fotogenia que en persona. Vamos, ni siquiera en reconocerse cómo son pueden
comunicarse con la verdad; y las mentiras pueden ser más profundas cuando nos
hablan de su hoja de ruta y sus logros personales.
En todos los alcaldes que
buscan su elección consecutiva, sin importar el partido político al que
pertenezcan, se puede advertir una falta de autocrítica, porque desde ya, su
promesa es darle continuidad a su gobierno. No hay un ápice por reconocer
promesas incumplidas, compromisos políticos que contravienen el bien común e
incluso funcionarios municipales carentes del perfil para ocupar cargos públicos,
pero que están ahí por amiguismo o influyentismo.
Los diputados locales
-aquellos que también buscan la reelección-, irracionalmente vienen a pedir
tres años más porque no les dio tiempo de proponer o aprobar las leyes que ahora
sí van a presentar y pretenden que para la próxima Legislatura puedan ser
avaladas. Es un despropósito -más aún cuando algunos van por nueve años de
actividad parlamentaria-, en la medida que los legisladores, desde hace mucho
tiempo se han convertido en una figura de poder, que sólo toma sentido para
conformar mayorías que aprueban o rechazan leyes o presupuestos. Lo demás
resulta mera demagogia.
Los partidos buscan con
sus piezas legislativas construir bloques que les faciliten la gobernabilidad
del mandatario en turno, o viceversa, consolidar una oposición que rechace todo
aquello que no se ajusta a la causa de sus grupos de poder.
De síndicos y regidores,
su condición es todavía más vergonzante. Quizá solamente uno de cada diez
regidores conozca la función que realizan al interior de los cabildos. El
modelo “presidencial” que otorga mayorías de sus partidos o coaliciones a los
alcaldes electos les posibilita un poder absoluto y pleno durante tres años. El
resto de los regidores sólo completan un espacio en la nómina del Ayuntamiento sin
grandes luces en su funcionamiento.
El reparto de regidurías
fue en el pasado un reparto de posiciones de poder entre grupos caciquiles que
daba cabida a posiciones de los candidatos en turno, a los exalcaldes y a los
liderazgos partidistas de la oposición. Una componenda política conceptualizada
desde una democracia directa e indirecta imaginaria y simulada.
Confío en eximir del
desconocimiento a los síndicos, que obligadamente transitan por una
certificación, que les permite tener una mínima noción de lo que deben hacer o
su grado de responsabilidad administrativa como parte de los cabildos.
Pero con esos
ingredientes por delante, el votante debe encontrar los incentivos para salir a
votar el domingo 2 de junio; y “botar” a quienes no hayan tenido la oportunidad
y los hayan decepcionado, aunque por ahora, el sufragio parece haberse quedado
corto con la promesa de que la democracia y las reelecciones nos traerían
gobernantes más profesionales y mejores gobiernos.
La tenebra
Y hay quien va por más
de diez años para el cargo de alcalde o diputado local. ¿Cuánto tiempo más
necesitan para cumplir con las promesas de hace 30 años?