El Manual de Maquiavelo 21-06-2024
Francisco Ledesma / Aprender a ser oposición
Ser oposición en tiempos
de un partido hegemónico es una tarea altamente compleja que debe transitar por
la reflexión de cómo convertirse en un referente de la agenda pública, pero que
vaya por encima de las estridencias o del contraponerse en todo y por todo al
gobierno en funciones. Esas estrategias repetidas sistemáticamente implicaron
el mayor fracaso electoral para panistas y priístas que no han logrado entender
el comportamiento de sus votantes.
La polarización que
funcionó en el pasado, para que la izquierda tuviera un avance vertiginoso
entre sus electores durante la última década, ha tenido un efecto contraproducente
en esta narrativa electoral, en la que la derecha ha querido encaminar su
propuesta para advertir los riesgos de un gobierno, bajo falacias que hacen
poco sentido, y que en los hechos no se han podido probar; y que se reducen en
conceptos abstractos como el comunismo y la dictadura.
Los mexicanos están
cansados de un discurso mañanero que divide, repetían durante la campaña
electoral los candidatos prianistas. Puede que tengan razón, pero los votantes
han mostrado que están hartos de una oposición que todo rechaza, y por esa
coyuntura decidieron darle una amplia mayoría al partido dominante, para que no
enfrente mayores resistencias u obstáculos en su plan de gobierno; y eso exige
también modificar la actitud de la oposición legislativa.
En una coyuntura
política tan adversa, donde vienen reformas legales al Poder Judicial y órganos
autónomos, la oposición debería repensar que antes de rechazarlo todo, o
construir discursos que pretenden distorsionarlo todo; resulta preferible presentar
otras alternativas, que identifiquen a un bloque opositor propositivo,
dialogante, abierto y articulado, por encima de los protagonismos de algunos
tribunos, cuyos argumentos caen al vacío de su ideología.
Tampoco se trata de ser
aplaudidores del gobierno en turno, porque sí es necesario e indispensable
marcar contrastes y diferencias. Pero sobre todo, en un espectro político que
todo parece guinda, es importante ocupar algunos vacíos de información con una
oposición que demuestre su capacidad y su formación académica o política,
siempre y cuando los liderazgos legislativos o partidistas residan en el mérito
personal por encima de las componendas.
El PRI debe asumir que,
por ahora, es el partido con la mayor defenestración política con el propósito
de revertir esa condición. Cambiar de nombre, de siglas y de color será insuficiente
en la medida que los liderazgos más perdedores de la historia -a nivel nacional
o estatal-, sigan empleando los mismos métodos de la derrota para
reconstruirse. Su destino sería la pérdida de su registro en 2027.
El PAN debe reconocer
que, ha sido incapaz de mostrarse como una opción política para quienes están
inconformes con el gobierno. Que ha claudicado a la formación doctrinaria de sus
cuadros políticos para ceder espacio a supuestos liderazgos carismáticos que
han abonado a la pérdida sostenida de sus votos.
Hoy más que nunca, el
PRIAN debe repensar su posición política, su narrativa electoral, la remoción
de sus liderazgos morales y oficiales, y la reconstrucción de un bloque opositor
que debe funcionar por separado, porque los electores también han dado su veredicto
de que los priístas no votan por candidatos del PAN; y viceversa, los panistas
no votan por candidatos del PRI.
Ser oposición implica el
riesgo de tener una presencia testimonial, pero lo prioritario se concentra en
intentar métodos distintos para alcanzar resultados diferentes, porque los
liderazgos, los discursos y las estrategias de los últimos seis años ya
demostraron ser un fracaso en las urnas.
La tenebra
Si el PRI y el PAN
tuvieran vida, y no quisieran perder su registro en un futuro cercano, podrían
comenzar por desmarcarse de sus dirigentes y de sus futuros senadores.