Francisco Ledesma / El pacto de inamovilidad
En el Estado de México,
muy a pesar del cambio de gobierno y el ascenso al poder político por parte de
la gobernadora Delfina Gómez Álvarez, se advierte una transición profusamente
tersa; en la que se incluiría no solamente un pacto de impunidad sino de inamovilidad
que exige de la permanencia de cuadros priístas en la primera administración
morenista del Poder Ejecutivo estatal.
Ha pasado un mes, desde que
Gómez Álvarez tomó el poder de la administración mexiquense, pero aún no asume
el control absoluto de las decisiones administrativas y políticas del Estado de
México. El aparato burocrático permanece infestado de élites priístas, ya que
hasta el momento se encuentran imposibilitados de presentar su renuncia, bajo
el argumento de que no existe un reemplazo a quién entregarle el estatus de la
oficina que ocupan.
En casos extremos, donde
sí hubo dimisiones insostenibles, las oficinas prevalecen en su funcionamiento
con encargados del despacho. Pese a todo, en el escritorio de Delfina Gómez no
existe prisa por nombrar a la totalidad de los hombres y mujeres que encabezarán
su gabinete legal y ampliado, quienes tendrían la responsabilidad pública en el
tan esperado arranque del sexenio.
Las conjeturas
proliferan frente a los vacíos de información. Por un lado, que si el gobierno
delfinista evalúa cuáles áreas pueden desaparecer para ahorrar plazas dentro
del aparato burocrático -junto a identificar los cientos de casos de aviadores
que sólo cobraban-; o bien, por otra parte, si se trata de una estrategia
política para atemperar los ánimos de los grupos políticos que buscaban presionar
en la definición de posiciones por parte de la texcocana.
Sin embargo, a casi un
mes de haber asumido la gubernatura, Delfina Gómez insiste en que encabezará un
sexenio de transformación. Se lamenta de manera constante de la corrupción, los
excesos, los abusos y el abandono que imperó en el pasado durante el régimen
priísta (aunque prefiere llamarlo periodo neoliberal); pero se muestra
respetuosa de no mencionar a sus más inmediatos antecesores -Alfredo Del Mazo y
Enrique Peña (porque de Eruviel Ávila ya nadie se acuerda)-, para reivindicar
ese pacto de impunidad que preexiste desde Palacio Nacional para con los sepultureros
del Grupo Atlacomulco.
A la distancia, ninguno
de los secretarios o secretarias del gabinete delfinista han expresado públicamente
haber encontrado irregularidades, inconsistencias u observaciones escandalosas
que apunten hacia una persecución administrativa, legal o política hacia
quienes les antecedieron. No sólo eso, han sido capaces -y obligados por las
circunstancias- de trabajar con mandos medios y superiores de cepa priísta, a
la que tanto dijeron combatir en campaña. El pacto de impunidad ahora se
acompaña de un pacto de inamovilidad.
El PRIMOR está más
vigente que nunca. Este arranque de sexenio está encabezado por la morenista
Delfina Gómez, pero desde las áreas sustanciales prevalecen mandos priístas -con
absoluta incertidumbre y su renuncia bajo el escritorio-, quienes realizan las
tareas rutinarias que hicieron en el pasado inmediato, y bajo la subordinación
del primer gabinete morenista.
En la Legislatura
estatal, las bancadas del PRI y de MORena también avanzan en lo que sea
necesario para aprobar en el mediano plazo el primer proyecto presupuestal de
Delfina Gómez, junto al paquete de reformas legales que vaya a impulsar para
hacer posible la supuesta transformación.
Un puñado de quienes ayer
se quejaban de que se había entregado la plaza por parte de Alfredo Del Mazo,
hoy reciben órdenes de Delfina Gómez, ante la impasividad del gobierno morenista.
La impunidad y la inamovilidad son dos elementos que podrían prevalecer algunos
días, meses o años más.
La tenebra
Hasta el PAN y el PRD
han asumido que si no pudieron con el enemigo (Morena) -y frente al escenario
desolador del 2024-, lo mejor que pueden hacer es unírsele.