El Manual de Maquiavelo 10-06-2024
Francisco Ledesma / Los riesgos del partido hegemónico
Morena se ha consolidado como la primera fuerza política del Estado de México por quinta elección consecutiva; sin embargo, eso no debe asumirse como el endoso de un “cheque en blanco” en el ejercicio del poder que los votantes le han conferido desde el año pasado, cuando asumió de manera histórica la gubernatura mexiquense en una alternancia política, después del dominio hegemónico priísta de más de 90 años de prevalencia electoral.
El efecto electoral del pasado 2 de junio, le permitió al partido en el gobierno ganar espacios -municipios y distritos electorales- que no tenía siquiera contemplados en su mejor proyección política. Eso implicó que decenas de candidatos sin hacer campaña se encontraron con el triunfo, y serán, algunos, a partir de septiembre diputados; y otros más, desde enero, presidentes municipales: en resumen, ganaron, sin ser conocidos por sus electores.
El riesgo de improvisación y de incapacidad es mayúsculo, en una serie de postulaciones que surgieron al azar, frente a componendas políticas que jamás dimensionaron el tamaño de la apabullante victoria morenista. Lo que hoy funcionó, no puede asumirse como una estrategia por antonomasia, si se pone en retrospectiva que Morena transgredió los tiempos de la precampaña, y en gran medida, obtuvo resultados favorables en función de un arrastre nacional.
A pesar de la mayoría calificada obtenida por Morena y sus aliados en la Legislatura local, es difícil que Delfina Gómez ejerza como una gobernadora de facultades metalegales para que todas sus iniciativas se aprueben sin mayores resistencias; puesto que sus aliados electorales -PVEM y PT- han mostrado ser un dique de negociaciones, incluso hasta para aprobar candidaturas electorales.
Además, los morenistas no son un bloque homogéneo, las tribus guindas -negadas en los estatutos, pero operantes en sus atributos-, construyen acuerdos al interior de su fracción legislativa. No hay espacio para las rebeliones internas, pero también es cierto que no siempre han caminado de manera uniforme. Ahí se concentrará la capacidad de negociación política y consenso legislativo.
Es cierto, un partido dominante siempre representa los riesgos de los abusos y excesos del poder público. Hay tentaciones por eliminar los frenos y contrapesos, y ejercer a placer el poder político con la complacencia y subordinación de los otros poderes, y de las instituciones autónomas: las que puedan sobrevivir.
El desafío más apremiante para Delfina Gómez será evitar la tentación de aplastar a las minorías. En su capacidad de negociación política -para ella o sus subordinados- se encuentra el reconocer que hubo más de 3.5 millones de electores que lo hicieron por una alternativa diferente; lo que también implicará atender una agenda legislativa y una visión distinta a su mandato de gobierno.
En esa misma ruta, deberá transitar hacia los Ayuntamientos. Morena gobernará a nivel municipal, las localidades más pobladas del estado. Para Gómez Álvarez le ha sido garantizada la convivencia política con alcaldes de su filiación política; sin embargo, deberá renunciar a las viejas prácticas priístas que concebían la repartición presupuestal y la ejecución de obras a favor de los más afines.
Del lado de los alcaldes y diputados morenistas, también deberán asumir que la consolidación de su partido, no representa un pacto de impunidad para cometer los excesos del pasado. Es ahí, donde debe entenderse que sus triunfos fueron producto de una marca que hoy goza de buena reputación, pero que ni por asomo, en muchos casos obedece a la eficacia electoral o a la ascendencia política de candidatos que no tienen idea de cómo ganaron en las urnas.
La algarabía de hoy, puede convertirse en la defenestración del mañana. Por ahora, y en muchos espacios de poder, los votantes deberán padecer la curva de aprendizaje de algunos, las malas prácticas de otros, y en un azar del destino, la capacidad de unos cuantos para estar a la altura de las expectativas.
La tenebra
Si el ejemplo arrastra, ahora que Luis Miranda Barrera se ha convertido en diputado federal, esperemos no siga los pasos del padre, que se caracterizó por ser uno de los legisladores con más faltas en su paso por San Lázaro.