Francisco Ledesma / El fin de una era
El ascenso al poder político de Delfina Gómez marcará un clivaje para la vida pública del Estado de México, con la terminación de un régimen que se extendió por 94 años y le dio origen a una de las dinastías de mayor ascendencia en el país, reconocido como Grupo Atlacomulco, caracterizado por un círculo de élites que se encumbraron en el ejercicio gubernamental de la entidad y del país.
El Grupo Atlacomulco, surgido a partir del ungimiento al poder de Isidro Fabela en 1942, marcó una forma de hacer política bajo el empoderamiento de la clase gobernante con origen en este municipio, del que emergieron gobernadores como Alfredo Del Mazo Vélez, Salvador Sánchez Colín, Arturo Montiel y Enrique Peña Nieto; como herederos de ese poder, Carlos Hank –hijo adoptivo de esta cuna política-, y los toluqueños Alfredo Del Mazo González y Alfredo Del Mazo Maza, en funciones desde septiembre de 2017.
Ahí se fraguaron componendas a lo largo de ocho décadas, en el que prevaleció el ejercicio gubernamental como un aparato estructural que forjó carreras políticas, consolidó empresas familiares y legitimó a la clase gobernante, a partir del control de las instituciones centrales y autónomas.
Fallidamente, Del Mazo Vélez, Del Mazo González, Chuayffet y Montiel impulsaron desde aquí, la idea de una profecía para alcanzar la Presidencia de la República; desafío conseguido por Peña Nieto, quien llegó a la cumbre del poder en México, y desde cuyo ejercicio dilapidó todo el capital político acumulado, y tuvo como corolario la mayor defenestración del priísmo en su historia.
Las coincidencias en política mantienen efectos simbólicos: Alfredo Del Mazo Vélez fue el primer gobernador electo del grupo, y bajo las siglas del PRI; mientras que Alfredo Del Mazo Maza pasará a la historia como el último mandatario de ese régimen, encargado de entregar el poder público a la denominada Cuarta Transformación, que tiene su mayor ascendencia en la entidad desde Texcoco, la primera capital del Estado de México.
La entrega del poder será juzgada por los efectos políticos inmediatos. La derrota dominical pone al PRI en una situación de absoluta desventaja, con únicamente dos estados ganados –Durango y Coahuila- en los últimos seis años; particularmente para el priísmo local, también implicará una reconfiguración en la medida que siempre había tenido el liderazgo del gobernador en turno.
Hoy más que nunca, habrá quien busque responsabilizar a Alfredo Del Mazo del fracaso y la pérdida del bastión de mayor peso electoral para apropiarse de los restos de un partido que tendrá en el futuro inmediato, la repartición de candidaturas que entrarán en una nueva contienda hacia las elecciones de 2024, cuando se renueven los 125 ayuntamientos y las 75 diputaciones locales.
El futuro del priísmo mexiquense resulta incierto, cuando en las últimas décadas el Grupo Atlacomulco ha experimentado un resquebrajamiento, desde la unción de Eruviel Ávila como candidato a la gubernatura –originario de Ecatepec-, quien también erosionó el poder que antes se percibía acumulado en el Valle de Toluca.
Por encima de la derrota, Alfredo Del Mazo es heredero de un grupo político fundado por su abuelo, y tendrá en su toma de decisiones, asumir el control del priísmo más relevante del país, muy a pesar de la alternancia histórica; o bien, ceder a las élites políticas nacionales o los grupos locales que buscan su defenestración para quedarse con los resquicios del esqueleto partidista.
Delfina Gómez inaugurará una nueva era política, con su ascenso a la gubernatura, y el empoderamiento de un nuevo grupo, el de Texcoco y la 4T.
La tenebra
Delfina Gómez pronto deberá asumir si sólo se trata de un reemplazo de grupo en el poder político, o bien, si se instauran nuevas formas del quehacer político.