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El Manual de Maquiavelo 02-06-2023

Francisco Ledesma / Lo que nos quedaron a deber

Lo que pudo ser un clivaje en la historia de las campañas electorales en el Estado de México, terminó por imponerse en un conjunto de actividades proselitistas y estrategias electorales que decepcionaron a quienes están interesados en la vida pública de la entidad; y profundizaron el hartazgo social de los grandes sectores apartidistas que no tienen confianza en sus autoridades, en sus partidos políticos y en sus procesos comiciales. El resultado final: un electorado sin entusiasmar.


Desde la víspera de las campañas electorales, parecía que el Estado de México tendría ingredientes suficientes para tener un proceso inédito, pero además de un escenario que fuera experimental hacia las elecciones presidenciales; o bien, que fuera una enorme batalla por estar en juego la entidad más poblada del país, y la que recibe mayor presupuesto público del pacto federal.


En principio, se estableció como coyuntura única, la conformación de dos bloques partidistas que enfrentarían – de manera inédita para el Estado de México- a dos candidatas mujeres. Entre la conjugación de intereses partidistas, y los perfiles de las contendientes, se avizoraba una campaña de grandes narrativas, propuestas disruptivas, y una forma diferente de acercarse al votante.


Sin embargo, ningún escenario se cumplió, y muy rápido decepcionó hasta al más entusiasta de los militantes o simpatizantes de cualquiera de las candidatas.


Por el hecho de tener sólo dos candidatas en las boletas electorales, se impulsaba la necesidad de generar una narrativa de enormes contrastes en sus proyectos de gobierno; que fuera la innovación de sus promesas o la convicción de sus ideas, lo que convenciera o emocionara a sus votantes.


Lo cierto es que, su círculo cercano y ellas mismas decidieron, enconar la contienda a una rivalidad entre buenos y malos, entre corruptos y honestos, en una suerte de partido de futbol, donde los afectos se deciden por colores y pasiones, cuando lo que está en juego no es un resultado, sino la proyección de un gobierno para el estado más complejo y problemático del país.


A pesar de su condición de mujeres, también fue decepcionante no encontrar un proyecto de gobierno sororo; sólo propusieron lo que ya existe: más agencias del MP y más policías de género, más refugios para mujeres violentadas, más presupuesto para programas sociales, pero nada que modificará el paradigma de atención (o desatención) de quienes padecen cualquier tipo de violencia. Y por ganar el aplauso fácil, la infaltable promesa de gabinetes paritarios, como si eso alcanzara para nueve millones de mujeres mexiquenses.


Los bloques partidistas apostaron en la acera de siempre. El aparato del gobierno para convencer a los beneficiarios de programas sociales; y las estructuras electorales para movilizar a los votantes siempre cautivos por dádivas e incentivos. No importa mucho la propuesta de campaña o el plan de gobierno, lo que impulsa a los electores, es la capacidad de vencer al contrario.


Las campañas de aire pueden recetar un formulario de lo que no se debe hacer para promover el voto. Contenidos publicitarios que promueven el miedo entre los electores, que lo último que estimula es salir a votar el 4 de junio. Las redes sociales vistas como un instrumento de obligación, pero sin una estrategia que aproveche la segmentación digital hacia los diferentes públicos ahí presentes.


En conclusión, si este fue el laboratorio electoral de lo que pudieran ser las campañas de los comicios presidenciales, será un largo proceso que sin importar los bloques partidistas o las candidaturas, anticipa, una mayor defenestración hacia la clase gobernante, sin importar su identidad partidista o filiación política.

 

La tenebra

Los partidos políticos y las candidatas deberían apostarle más al sentido común; y a escuchar a sus electores, por encima de mantener en el monólogo su estrategia de convencimiento que ha quedado rebasada y en la ineficacia.

 

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