OFF THE RECORD 17-04-2024
Toluca, Edomex; 17 de
abril de 2024.- El gran negocio de los partidos políticos se concentra en
administrar el presupuesto público que financia sus actividades normales, pero
sobre todo, las actividades proselitistas. Sin embargo, lo que motiva a la
clase política para presidir a las burocracias de sus partidos está en el
dominio pleno al momento de repartir candidaturas y beneficiar sus cotos de
poder y los intereses de grupo. Su momento es ahora, los dirigentes partidistas
junto a un puñado de élites políticos deciden unilateralmente quiénes serán los
candidatos a alcaldes y diputados locales para la próxima elección.
Basta con revisar quién
de los actuales dirigentes partidistas llegó a su encargo por una democracia
interna. Ana Lilia Herrera, Martha Guerrero, Anuar Azar, José Couttolenc,
Agustín Barrera, Óscar González y Juan Zepeda asumieron sus encargos, derivado
de acuerdos cupulares; porque garantizaban para su grupo político la
prevalencia de sus intereses. No importa si las designaciones vienen desde las
dirigencias nacionales; está claro desde los estados vienen las ternas de las
candidaturas. Ésta es la coyuntura para la que no pueden fallar; y del tamaño
de sus imposiciones, vendrán la dimensión de las exclusiones.
Sin duda, los procesos
internos en los partidos políticos para la selección de sus candidaturas han
dejado de manifiesto una gran efervescencia de su militancia por participar en
las próximas elecciones. No importa tanto las posibilidades de triunfo, pero
hay una clase política interesada en ser parte de las decisiones de sus próximos
gobiernos. Pese a ello, las grandes decisiones siguen controladas por una
burocracia partidista que defiende sus intereses, a partir de las imposiciones
que mejor convengan para mantenerse en los cotos de poder hasta del partido
menos competitivo.
La paridad de género no
es un asunto resuelto en los ámbitos de la vida pública. La queja constante,
ahora, es que la participación de las mujeres parece reservada en diversos casos
para las esposas, las hermanas y las hijas de las élites políticas. Las
designaciones de las candidaturas tienen un denominador común a favor de las dinastías
políticas que observan el ejercicio del poder público como un negocio familiar.
Es un fenómeno que se réplica desde los grandes centros urbanos hasta los municipios
de menor población y de las condiciones más rurales. Ocurre en todos los
partidos políticos, sin excepción.
Las burocracias
partidistas fomentan que el poder político sea hereditario como parte de las
componendas electorales. La clase gobernante una vez que asume el poder público
se resiste a dejarlo; es ahí, donde la paridad de género y la reelección han
encontrado caminos perniciosos para heredar los cargos públicos. Las promesas de
que se iban a tener gobiernos o legisladores más profesionalizados han
resultado una falacia. Tampoco se ha logrado garantizar una mayor apertura para
las mujeres, si lo que se identifica más allá de los méritos de quienes
ascienden al poder, son sus vínculos familiares.
Ahora, en el transcurrir
de las próximas dos semanas, vendrán los reclamos y los descontentos. Cientos
de militantes que anunciarán su renuncia a un partido político para migrar a
otro. Decenas de candidatos que presumirán las adhesiones de simpatizantes de
quienes se dicen excluidos por las decisiones de sus dirigentes. Lo cierto es
que, toda la clase política se manifiesta inconforme cuando comienza a perder
los espacios de poder que su partido le comienza a negar.