OFF THE RECORD 16-05-2024
Toluca, Edomex; 16 de
mayo de 2024.- Al interior de Morena existe una prueba de fuego para la
elección del 2 de junio: si mantiene su funcionamiento como un movimiento
social y horizontal capaz de llevar a sus votantes por la convicción en su clase
gobernante; o bien, transita en la conformación de una estructura partidista,
basada en incentivos clientelares a partir de su prevalencia en el poder
público. En ambos casos, está obligada a reivindicarse como primera fuerza
electoral, pero la gran incógnita por resolver, será en su funcionamiento
interno, una vez que hayan transcurrido los comicios presidenciales.
Hace nueve años, cuando
surgió Morena, la clave de su éxito electoral fue su organización desde los
barrios, delegaciones y colonias en la que poco importaban las jerarquías. Desde
ahí, el crecimiento electoral fue tan potente que logró ganar la Presidencia de
la República a cuatro años de su creación. Evidentemente, había comités nacional,
estatales y municipales, pero con estímulos emocionales, y algunos otros por
convicción. Sin embargo, el ascenso al poder y el reclutamiento de todo tipo de
clase política, ha reconfigurado el modelo electoral. Lo que no necesariamente
ha significado mayores triunfos.
Morena tiene la
convicción que debe construir estructuras partidistas que estén de su lado no
solamente cuando haya elecciones; porque ahora se requiere de su movilización
para llenar eventos de gobierno o tomar las calles en defensa de su clase
gobernante. Eso implica una estructura clientelar -sujeta a incentivos
económicos, materiales o hasta laborales-, en donde las jerarquías sí importan,
y el modelo de organización suele ser más vertical. Empero, eso también representa
el desencanto de muchos que ven los mismos vicios de los partidos de antes. El
desgaste en el poder y claudicar como movimiento, lleva a perder electores con
el paso del tiempo.
Hay dos factores
adicionales que resultan nocivos: en este año electoral, se han pronunciado más
las divisiones del partido guinda. Los grupos políticos, que no son otra cosa
que las tribus partidistas importadas del PRD -su origen por antonomasia-, se
han multiplicado en razón de la ascendencia política de sus propios liderazgos;
ya sea porque algunos llegaron al gabinete, otros tomaron relevancia desde
alcaldías, o simplemente porque reclaman su propio espacio. Eso ha generado mayores
exclusiones, algunos ya no participan de las campañas; y otros, pasadas las
elecciones, tomarán la decisión de migrar del partido.
Y por otra parte, Morena
deberá entender su funcionamiento en el ejercicio del poder. La gobernadora en
turno tiene facultades metalegales construidas a lo largo de los regímenes
priístas, a las cuales el presidente Andrés Manuel López Obrador nunca ha
renunciado, y muy por el contrario ha fortalecido. Eso, en el modelo subnacional
que representan los estados, también les otorga a los gobernadores morenistas
asumir que el control partidista, político y electoral pasa obligadamente por
su escritorio. Morena ha dejado de ser un movimiento, pero como partido
político debe demostrar su eficiencia en las urnas.