El proceso electoral que está en puerta será el gran reto político de Raúl Domínguez Rex, como presidente del PRI del Estado de México. El actual dirigente estatal del tricolor mexiquense es un hombre de todas las confianzas de Eruviel Ávila, y es para muchos de forma anticipada en una de las apuestas sucesorias de la administración eruvielista que pretende fundar una nueva clase política enquistada en el poder desvinculada del emblemático e histórico Grupo Atlacomulco, que actualmente tiene la mira puesta en Los Pinos de la mano de Enrique Peña Nieto.
En política, las comparaciones aunque odiosas son comunes, y no falta la equiparación de Domínguez Rex con los más polémicos y eficaces dirigentes priístas de la última década. Tal es el caso del montielista, Isidro Pastor Medrano, quien recuperó al tricolor de la catástrofe electoral del año 2000, y dada su eficacia comicial y su cercanía con el entonces mandatario, se instaló en la antesala sucesoria, que finalmente recayó en Enrique Peña. El comandante, es hasta hoy, una comparación recurrente para quienes se convierten en líder estatal del priísmo.
La otra figura instalada en la comparación de Domínguez Rex es Ricardo Aguilar Castillo. Cercano a Enrique Peña, logró en la elección de 2009, regresarle al PRI los tiempos del carro completo. En medio de la crisis económica atribuida al panismo, Aguilar se erigió en un operador político de primer orden para el peñismo. Hacia 2011, se instaló en una posibilidad, lejana, pero posibilidad en la apuesta sucesoria que benefició a Eruviel Ávila Villegas. Hoy Aguilar es secretario de organización del CEN del PRI.
Domínguez Rex se vuelve de facto en un aspirante natural a la gubernatura de 2017. Al poder político asumido como dirigente estatal del PRI, se le agrega el poder económico y clientelar que le otorga ser dirigente de la CTC, sector obrero con gran potencial en el Estado de México. El reto de Domínguez es conservar la hegemonía electoral que tiene el PRI en la entidad, que tendrá además la apuesta electoral por instalarse en la Presidencia de la República, en un proyecto impulsado desde hace un par de sexenios.
Los mal intencionados pregonan al interior del partido que Raúl Domínguez no ha ejercido liderazgo al interior del partido. Otros dudan que Domínguez tenga el oficio político y la operación electoral para administrar el control de daños y tener el éxito deseado. Muchos más ponen en duda la cercanía del dirigente con el gobernador Eruviel, y aseguran que los asuntos del partido y del estado, los trata con subalternos al mandatario, lo que no es una buena señal, y es leído como una sana distancia.
El colmo de males para el PRI lo arrastra quien debiera ser el operador político por excelencia como es el caso del secretario de organización que recae en Enrique Mendoza, quien no es bien visto por todos los grupos políticos de la entidad. El ensamblaje en la estructura del priísmo no convence a todos, y hasta ahora se encuentra en la coyuntura de su primera elección luego del abrumador triunfo de 2011, algo que siquiera igualarlo se antoja prácticamente imposible.