El pasado viernes, el ex gobernador del Estado de México Arturo Montiel Rojas propinó el “beso de judas” a su sucesor y delfín político Enrique Peña Nieto, a quien destapó como un buen prospecto para la Presidencia de la República, un sueño que siempre ha añorado el Grupo Atlacomulco, pero que hasta ahora ha sido inalcanzable pese a sus múltiples intentos.
A través de su cuenta en twitter, el también ex precandidato presidencial Arturo Montiel expresó: “Enrique Peña Nieto deja al Estado de México con el 100% de sus compromisos cumplidos. Un Estadista, el ideal para gobernar la nación”. Y agregó en la popular red social: “Enrique Peña Nieto siembra esperanza entre los priístas y en todos los mexicanos que ven en él una nueva manera de gobernar”.
En la víspera de su último informe de gobierno, el mandatario mexiquense Enrique Peña se dispone a anunciar su intención de ser el candidato presidencial del PRI en un plazo de 10 días, cuando entregue la estafeta de la gubernatura mexiquense al priísta Eruviel Ávila Villegas. A partir de ahí, Peña Nieto buscará cristalizar el sueño de Hank, Del Mazo, Chuayffet y Montiel para ocupar la silla presidencial.
Lo que es una realidad, es el distanciamiento entre Enrique Peña y el ex presidente Carlos Salinas de Gortari. Lo que ha molestado en demasía al ex mandatario Salinas, es la relación de acercamiento entre Peña Nieto y el zedillismo, cuya vinculación se establece a través de asesores de primera línea como Liébano Sáenz, ex secretario particular de Zedillo; y José María Córdoba Montoya –jefe de la oficina de la presidencia con Salinas e impulso de la candidatura de Zedillo en 1994-. Además de su amistad con el empresario Jaime Camil –uno de los más beneficiados en el sexenio zedillista-.
La línea de conducción también relaciona al vocero de Enrique Peña; pues David López –originario de Sinaloa- se establece como vínculo directo con Francisco Labastida Ochoa –el candidato presidencial priísta que entregó la Presidencia de la República y quien era entonces el delfín zedillista-. Las piedras en el zapato de Peña Nieto han comenzado a acumularse. La carrera todavía es larga para alcanzar la preciada candidatura.
Mientras que la maestra Elba Esther Gordillo permanece deshojando la margarita. En el PAN ya sólo le queda Ernesto Cordero, pues con Vázquez Mota y Santiago Creel no hay reconciliación posible. Y en el PRD, añora que el abanderado sea Marcelo Ebrard –su precandidato favorito-. En el PRI sabe que Beltrones no conviene a sus intereses; pero a Peña Nieto lo empieza a ver con cierto desdén por su respaldo a Emilio Chuayffet para presidir la Cámara de Diputados.