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Toluca, Edomex. 27 de marzo de 2018.- Una de las mayores carencias que enfrentará la campaña de José Antonio Meade es de identidad priísta. Al menos cuatro posiciones estratégicas, incluido el candidato presidencial, han tenido matices políticos alejados del priísmo tradicional, con un absoluto desdén a la militancia del partido en el poder. El círculo cercano a Meade no tiene pertenencia, y sólo observa en el PRI un mecanismo de prevalencia en el ejercicio del poder, en el que se han mantenido en los últimos veinte años.

José Antonio Meade tuvo su ascenso en posiciones de privilegio durante los gobiernos panistas de Vicente Fox y Felipe Calderón. No cuenta con militancia priísta. Su formación en el ITAM lo vinculó con Ernesto Cordero, operador político de Calderón. Obtuvo la candidatura presidencial como simpatizante priísta. En el calderonismo ocupó las carteras de Energía y Hacienda. En el sexenio peñista transitó por Relaciones Exteriores, Desarrollo Social y de nueva cuenta Hacienda.

Aurelio Nuño inició su carrera política cercano a Enrique Jackson. Fue reclutado por Javier Lozano Alarcón -en el calderonato-, donde Nuño era asesor de Jaime Domingo López Buitrón, quien era subsecretario de Empleo y Productividad Laboral. En 2009, Aurelio brinca a las filas priístas, como coordinador de asesores de Luis Videgaray en la empoderada comisión de Presupuesto en San Lázaro. Más tarde, se convertiría en asesor del gobernador mexiquense Enrique Peña, y parte de la campaña a la gubernatura de Eruviel Ávila. Hoy, aun con su pasado panista es el coordinador de campaña de Pepe Meade.

A pesar de haber militado en el PRI desde 1991, Enrique Ochoa Reza, actual dirigente nacional priísta, negó su militancia en 2010, en su fallido intento por convertirse en consejero electoral del IFE. La mayor parte de su trayectoria profesional se vincula con órganos y tribunales electorales. De forma vertiginosa, se acercó al círculo del peñismo, como asesor de Aurelio Nuño en la transición gubernamental de 2012. En 2014, fue designado director general de la Comisión Federal de Electricidad; y desde hace dos años fue electo como presidente del CEN del PRI, un partido al que rechazó por sus intereses personales.

La lista la completa Javier Lozano Alarcón, quien hace unas semanas fue nombrado como vocero de la campaña presidencial. Lozano militó en el priísmo hasta el año 2000, cuando perdió una elección para diputado federal por Puebla. En 2006, apareció como uno de los cuadros más sólidos en la campaña presidencial del panista Felipe Calderón. A la postre fue nombrado secretario del Trabajo y Previsión Social, cargo al que renunció en una supuesta aspiración presidencial. En 2012, despotricó contra la campaña peñista, mientras obtenía una senaduría de primera minoría por su nata Puebla. Tras romper con el candidato panista Ricardo Anaya, el senador Lozano buscó un acercamiento con Meade, a través de Nuño -su exempleado-, y ahora funge como vocero de la campaña.

Está clara la afrenta a la militancia priísta durante los últimos siete años. Primero, llegó la avalancha mexiquense, donde el Grupo Atlacomulco desplazó a todos para ocupar las posiciones de privilegio. Entre tanto movimiento, un sector priísta se quejó de la prevalencia de la élite tecnocrática heredada de gobiernos panistas, esa misma que desde el gobierno impulsa la candidatura de José Antonio Meade, que no cuenta con pertenencia partidista, pero sí con una obstinación por el poder político y la toma de decisiones.

 

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