Si el distraído -como él mismo se autodefinió- precandidato presidencial del PRI cometiera otros dos errores semejantes a los cometidos en diciembre pasado, cuando no recordó tres libros que marcaran su vida, y no supo la cotización del salario mínimo, ni el precio de kilo de la tortilla; eso daría como resultado el descenso en las encuestas de otros cinco u ocho puntos en la intención del voto, lo que ubicaría al mexiquense en zona de riesgo con una preferencia entre 35 y 39 por ciento en las encuestas electorales. Esa es la gran amenaza para el priísmo.
Si las preferencias electorales de Enrique Peña se ubican por debajo del 40 por ciento, convertiría a los comicios de 2012 en una elección altamente competitiva. Lo cierto es que los opositores Andrés Manuel López Obrador y Josefina Vázquez Mota no crecen lo suficiente para poner en aprietos a Peña Nieto. Aunque también las campañas electorales aún no comienzan, y la guerra sucia apenas se fragua en contra del mexiquense: infidelidades, deudas, componendas políticas y otras linduras relacionadas con su trayectoria personal y su entorno personal saldrán a la luz pública. El blindaje del peñismo, a simple vista, parece insuficiente.
Otra honda preocupación para el peñismo es la debacle en las preferencias electorales por la Cámara de Diputados. La caída de 39 a 35 puntos de la intención del voto aleja toda posibilidad de sostener una mayoría absoluta que le permita impulsar su proyecto político ante la posibilidad de alzarse con el triunfo electoral el próximo 1 de julio. Una cámara dividida en tres tercios no es del agrado democrático de Peña Nieto, y para muestra ahí está la mayoría legislativa aplastante que ejerció en el congreso local después de las elecciones intermedias de 2009. La remembranza del presidencialismo, alentada por su fallida propuesta de cláusula de gobernabilidad, está aún más lejana con un Poder Legislativo tan dividido como se pronostica.
Este miércoles, Enrique Peña presentará en el Comité Ejecutivo Nacional del PRI a su equipo de campaña. Proliferan los nombres del grupo mexiquense como David López, Héctor Velasco, Luis Miranda, Ricardo Aguilar y la ratificación de Luis Videgaray como el coordinador general de campaña. En el reparto de posiciones para otros grupos políticos o de otras entidades, se reservarán los espacios vacantes en la estructura partidista. El que parece inamovible por ahora en el CEN priísta es Roberto Calleja -cercano a David López-, para evitar desaguisados en el control de daños frente a futuros dislates por «distracciones» del aspirante presidencial.
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Como un capricho obsesionado, Felipe Calderón insiste en imponer a Ernesto Cordero como candidato presidencial del PAN. Calderón está tan seguro de poder revertir la ventaja electoral de Peña Nieto, que busca a toda costa la unción del ex secretario de Hacienda como su muy probable sucesor en Los Pinos, a pesar de que su campaña no levanta ni con levadura. Cordero tiene poco carisma, un discurso poco ortodoxo, es un débil orador, carece de identificación entre la militancia, y es visto como una imposición del inquilino de Los Pinos. Esos son sus lastres de los que no se puede despojar.
Al análisis preliminar de las encuestas de Consulta Mitofsky, y conocedor de la artillería que aún guardan en contra de Peña Nieto; el presidente Felipe Calderón mantiene confianza en que hará valer lo que juró hace algunos años frente a la tumba de su padre: «No regresar el poder presidencial al PRI, mucho menos al Grupo Atlacomulco y a Enrique Peña Nieto».
Y a todo esto: ¿Dónde está Manlio Fabio Beltrones? ¿Por qué tan calladito?