Enrique Peña Nieto lo volvió a hacer. Frente al periódico español El País, el aspirante presidencial fue incapaz de responder por el monto exacto del salario mínimo en México. Víctima de una circunstancia de nuevo incontrolable, fuera de guiones, y entrevistas a modo, el ex gobernador exhibió de nueva cuenta sus carencias, sus debilidades y sus amenazas. Sus adversarios políticos se frotan las manos, incluido el poderoso senador Manlio Fabio Beltrones. Los asesores desde ahora buscan los argumentos suficientes para que durante la campaña no haya más de dos debates entre los candidatos, y evitar con ello una complicación en su numerología electoral.
El hecho de que Peña Nieto piense que el salario mínimo sea de 900 pesos mensuales, muy por debajo de los mil 740 pesos que son en realidad, puede no ser tan grave como la declaración del panista Ernesto Cordero de que se vive adecuadamente con 6 mil pesos al mes. Lo que evidencia, por parte de ambos, es una profunda insensibilidad de los políticos hacia las clases más desprotegidas. Con un mundo irreal en su imaginario social, resulta impensable que puedan sacar del atolladero a un país sumido en la pobreza, mas cuando en ambos casos piensan en la permanencia del actual modelo económico.
A la maestra Elba Esther Gordillo no le debió caer mucho en gracia, que el virtual candidato presidencial del Partido Nueva Alianza -cimentado en la fuerza magisterial- haya sido confundido por Peña Nieto con el nombre de Alianza Nacional. Los tumbos de Peña Nieto no sólo se limitan a los libros que han marcado su vida, o al salario mínimo vigente en el país, sino que abarcan los nombres de los partidos políticos que lo postulan en su camino a Los Pinos. Parece que su ruta electoral está más empedrada de lo pensado.
El problema puede agravarse, pues las entrevistas serán más frecuentes, y mal haría su equipo solicitar un cuestionario previo sobre las preguntas a las que sería sujeto el aspirante presidencial. Para nadie es oculto, que en diversas entrevistas otorgadas por Peña Nieto en medios locales y nacionales, en su periodo como gobernador, el equipo de Comunicación Social encabezado por David López Gutiérrez, solicitaba un cuestionario previo, y era así como enfrentaba su agenda pública. Las cosas hoy fuera de control dan muestra de la mala costumbre que le formaron.
En las entrevistas colectivas, al término de sus giras como gobernador, los dislates de Peña Nieto fueron frecuentes. Quizá no tan publicitados, y hoy magnificados en su condición de aspirante presidencial. En esa anecdótica serie de declaraciones se encuentra cuando se autodenominó «el patito de feria» tras una serie de escándalos mediáticos que enfrentó su administración. Y aquella otra, cuando dijo «calladito me veo más bonito» al referirse a la adopción de niños por parte de matrimonios entre personas del mismo sexo. El asunto hoy escandalizado, no es novedad.
El próximo sábado, Enrique Peña será ungido como precandidato único del PRI a la Presidencia de la República. Ahora sí, se convertirá de facto en el blanco de los ataques electorales, en su condición de puntero de las encuestas. El factor preocupante, es que sea Peña Nieto quien esté dando los elementos para que sus adversarios lo linchen a través de las redes sociales. En el equipo de campaña siguen los focos de alerta, y no han encontrado cómo apagarlas.