Toluca, Edomex; 12 de septiembre de 2024.- Ha transcurrido prácticamente un año de que Alfredo Del Mazo concluyó su mandato, y sobre su futuro político se especula demasiado, pero se sabe muy poco. El heredero del Grupo Atlacomulco renunció a su militancia priísta confrontado con Alejandro Moreno. A la par, la dirigencia tricolor decidió expulsarlo por presunta traición política por la derrota electoral de 2023. Hasta ahora los pronósticos fallaron: no llegó la embajada ni tampoco un cargo de elección. Faltan definiciones en el gabinete de Claudia Sheinbaum, y ahí se jugaría la última apuesta de la comentocracia política.

El grupo político delmacista prácticamente ha desaparecido del mapa. Le han cerrado las puertas del partido. Otros han decidido guardar el bajo perfil. La más visible, Alejandra del Moral decidió saltar del barco antes de tiempo. En apenas doce meses, su realidad política cambió drásticamente. Del Mazo está por cumplir 49 años en el mes de diciembre, resulta inverosímil pensar que ha decidido el retiro de su vida política. Sólo es cuestión de tiempo, y reaparecerá.

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Se debe dejar de romantizar la división de poderes, particularmente en casos como el Estado de México, donde la connivencia entre el Ejecutivo y el Judicial siempre dejó de manifiesto consignas políticas. Los presidentes del Poder Judicial eran premiados como notarios, procuradores o la comisión de derechos humanos. A lo largo del régimen priísta, el Poder Judicial era un brazo articulador, por encima del mito de ser un freno y contrapeso. La reforma en marcha puede ser insuficiente, pero no rompe con algo que nunca existió.

Este jueves, el pleno de la Legislatura del Estado de México aprobará la reforma al Poder Judicial, como parte del proceso por tratarse de una modificación constitucional. En su primera semana de funciones, y habrán cumplido con el cometido de la mayoría calificada lograda por Morena y sus aliados. Las minorías legislativas sin oportunidad, más allá de ser fracciones testimoniales. Desde la entidad mexiquense, Delfina Gómez le habrá cumplido a su jefe político y a su partido, en la etapa final del sexenio lopezobradorista.

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El Partido del Trabajo asume que las posiciones obtenidas en el gabinete delfinista son una especie de franquicia. En medio de las disputas internas por el control del partido, han sugerido la remoción de los espacios que les fueron asignados en el gobierno estatal. Asumen que el ejercicio de gobierno puede estar sujeto a pleitos y caprichos personales. Mal haría la gobernadora en dejarse llevar por esas pugnas ajenas a su mandato. Lo mejor que podría hacer la mandataria en esa coyuntura, es sacudirse esos compromisos políticos, que poco le abonan a su gobierno y mucho le han costado electoralmente.