Toluca, Edomex; 9 de mayo de
2024.- Las coaliciones electorales que compiten en el Estado de México son
hasta ahora alianzas de facto, que están muy lejos de tener una estrategia
coordinada, un plan de gobierno conjunto o reuniones sistemáticas cuyo objetivo
no sea únicamente ganar en las urnas. Lo que sí hay, es una ruptura evidente,
intereses encontrados en ambos bloques partidistas, que le apuestan a la suma
de votos de militantes y simpatizantes -como en acto automático- de quienes integran
las alianzas. Y en caso de ganar, no habrá proyectos en común, el ejercicio del
poder será para administrar la inercia.
Todavía hace tres años, cuando
el bloque opositor compitió por primera ocasión, los dirigentes partidistas simularon
una conferencia conjunta como arranque de campaña. En la elección por la
gubernatura, varias veces quienes presidían esta coalición prianista se
encontraron para simular un interés común, aunque todas las decisiones de la
campaña las tomaba el tricolor. Pero hoy, han dejado la simulación de lado, y
es evidente que sólo se reunieron para repartirse el pastel de las candidaturas.
Lo que pasa en cada candidatura, municipio o distrito ya no transita por un
proyecto en común. Cada quien camina por su lado.
Aún más, ni siquiera cuando
Xóchitl Gálvez -la supuesta candidata ciudadana que es bandera del bloque
opositor- ha sido factor de unidad entre los dirigentes partidistas. La
candidata presidencial ha tenido que entender que en los bastiones priístas,
los eventos son responsabilidad y con simpatizantes del PRI; y lo mismo ocurre,
cuando visita municipios plenamente identificados con el PAN. En el pragmatismo
electoral, eso no implica que la unión opositora será más robusta, porque no
hay estrategia común para promover y movilizar votantes.
En la coalición oficialista,
las cosas no resultan diferente. Los hechos más recientes demuestran que los
morenistas tienen una fractura con petistas y ecologistas, al grado de
regatearles las candidaturas que ya les habían otorgado; ya sea con impugnaciones
en tribunales, o bien, por componendas con las dirigencias nacionales de sus
aliados. En Morena no hay presidencia que pudiera articular una campaña en
común. Los grupos internos morenistas, hoy más que nunca, se han tratado de
desmarcar de sus propios aliados. Y sus aliados del PT y del PVEM han sido
desplazados por acuerdos que rebasan al estado.
Los dirigentes partidistas se
ven unidos y sonrientes en cada visita de Claudia Sheinbaum, pero sólo para la
fotografía del momento y la coyuntura proselitista. No hay otros eventos en
común, ni reuniones en privado para evaluar el avance de las campañas
electorales. En reiteradas ocasiones, la candidata presidencial insiste que el
Plan C es votar todo Morena, para luego corregir que también pueden votar por
PT y PVEM. El objetivo para la gobernadora es el mismo: hacer ganar a
Sheinbaum, pero consolidar a su partido como primera fuerza electoral.
La ruptura entre ambas
coaliciones tiene dos explicaciones sólidas: por un lado, es que no hay un común
denominador entre ninguna de las dirigencias partidistas, más allá de ganar votaciones
a costa del pragmatismo electoral; y por otro lado, que hay una lucha
encarnizada en los municipios donde los partidos compiten por separado, y en
donde es impensable que un candidato a diputado aliancista siglado por Morena,
haga campaña con candidatos ecologistas o petistas en solitario; o uno postulado
por el PRI en coalición, haga proselitismo con abanderados panistas y perredistas
en donde contienden por separado. Esa escena resulta se replica en 40
municipios de Morena y aliados; y en más de 30 localidades del PRI y sus
coaligados.