Toluca, Edomex. 8 de mayo de 2015.- Apolinar Mena es un funcionario de muy bajo perfil a pesar de la importancia de su encargo. Nombrado por Eruviel Ávila como secretario de Comunicaciones desde el inicio de su gestión, ayer Polo Mena fue exhibido de cuerpo entero, como un funcionario que lucra con su puesto, desde el cual influye más allá de sus responsabilidades. Lo que para la clase política resulta normal, resulta que no lo es, actúan al margen de la ley o fuera de ella. La clase política mexiquense no entiende que no entiende.
Tan grave es pedirle un favor a un empresario, al cual se le licita obra pública desde el escritorio; como grave resulta viajar en un helicóptero oficial para usos personales; o cerrar restaurantes por la incomodidad de una hija a la que no le asignaron la mesa que quería. Antes, en el gabinete federal, David Korenfeld y Humberto Benítez renunciaron a sus puestos. Si tanto quiere Eruviel seguir los pasos de Peña, de forma urgente Polo Mena debió renunciar por vergüenza, por responsabilidad pública y lealtad política a su jefe.
Tan recurrentes son los abusos del poder, que los funcionarios pretenden pasar por alto sus exabruptos a base de disculpas y renuncias. En todos los casos, se advierte un manto de impunidad que no abona a la credibilidad de las instituciones y pone de manifiesto la red de complicidades. La exhibición de Polo Mena pidiendo reservaciones para sus vacaciones a empresarios de OHL es inadecuada, insostenible, inaceptable y reprobable. Las justificaciones sobran en una evidencia más del cinismo de la clase gobernante.
Otra vez a la vista el conflicto de interés: servidores públicos que coaccionan con su encargo para beneficio personal y familiar. Con todo y la iniciativa de ley anunciada en semanas pasadas por Eruviel Ávila, los conflictos de interés existen, y persisten. De buenas intenciones están llenos los panteones, y tal parece que también el gobierno eruvielista. Polo Mena no es del círculo cercano a Ávila, por lo que su sacrificio político parece inminente. El escándalo de corrupción en la víspera electoral no es un buen síntoma para el priísmo.
Por lo que hace al escándalo de sobreprecios de una obra carretera, la escalada es mayor. El gobierno del Estado de México está obligado a dar mucho mayores explicaciones que los 4 minutos de conferencia a que se redujo la declaración de Polo Mena para defender a su persona. Al gobierno mexiquense le hará falta profunda y amplia transparencia en sus procesos de licitación de obra pública y de proveedores. La exposición de la posible corrupción al interior del gobierno estatal resulta más escandalosa, en la medida que se ha desnudado un asunto siempre bajo sospecha pero que ahora salta a la luz pública.
Un sobreprecio que rebasa en un 100 por ciento el precio original de la obra pública, que pasó de 4 mil a más de 10 mil millones de pesos, debería poner al gobierno del Estado de México en la mayor crisis política de los últimos 30 años. El asunto rebasa a otros semejantes como el enriquecimiento patrimonial del exgobernador Arturo Montiel. La dimensión de la podredumbre se vuelve de carácter internacional, que ha pegado sin recato las acciones bursátiles de la empresa.
El asunto OHL tiene contra la pared al gobierno eruvielista, en una concesión que hay que decirlo, fue herencia del gobierno de Enrique Peña Nieto y su secretario de comunicaciones, Gerardo Ruiz Esparza. La corrupción de la que hablan los empresarios es insultante para un gobierno que está acostumbrado al despilfarro del dinero público, al enriquecimiento de sus políticos, en medio de sospechas corruptoras, de negocios ilícitos o llenos de conflicto de interés.
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