Toluca, Edomex. 5 de diciembre de 2016.- Mientras López Obrador ha comenzado sus giras permanentes por el Estado de México para promover a su candidata a la gubernatura, Delfina Gómez; en el priísmo mexiquense se cuestionan cómo desligarse del descrédito que enfrenta el actual gobierno peñista, o bien, comunicar de mejor manera los logros de su gestión. Con apenas una aprobación del 25 por ciento de su mandato, Peña Nieto se ha convertido en un lastre contraproducente para las variables electorales del año entrante.
Hace cinco años, el efecto Peña Nieto se convirtió en un factor apabullante para el triunfo de Eruviel Ávila, bajo el sueño presidencial de instalar a un mexiquense en Los Pinos. A la distancia, las condiciones se han revertido, y el mal humor social, parece obligar al priísmo mexiquense, que preside Carlos Iriarte, a modificar su estrategia electoral. Pese a todo, las estructuras partidistas y el trabajo en la base desarrollado en la víspera electoral, parecen elemento suficiente para que el partido en el poder permanezca otro sexenio en el edificio de Lerdo 300.
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La semana pasada, tomaron protesta tres nuevos gobernadores en el país. Entre ellos, los panistas Miguel Ángel Yunes en Veracruz y Martín Orozco Sandoval en Aguascalientes. También asumió su cargo el priísta, Alejandro Murat Hinojosa, como gobernador de Oaxaca. Murat es uno de los hombres más cercanos al Grupo Atlacomulco a quien no se debe perder de vista. Durante largo tiempo, hizo su carrera política en el Estado de México, arropado por el exgobernador Arturo Montiel, y por el actual presidente, Enrique Peña Nieto.
Alejandro Murat, es hijo del exgobernador José Murat Casab. Los vínculos de Alejandro con los mexiquenses ya no sólo son políticos sino también familiares. Su padre, el exmandatario oaxaqueño, está casado con Aurora Alcántara, a su vez hermana de uno de los empresarios consentidos del peñismo, Roberto Alcántara, y de la actual diputada federal, Guadalupe Alcántara. Murat tiene todo el respaldo de la clase gobernante, y su futuro político tiene mucho por delante.
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La Marquesa se ha convertido en un tiradero de cadáveres, en uno de los sitios de mayor afluencia turística, ahora azotado por la escalada criminal que sufre el Estado de México en los últimos años. Por más justificaciones e historias inverosímiles que cuenta el gobierno eruvielista, la zona se teñido de rojo, sin que exista una estrategia para evitar la ola delictiva.
Entre “justicieros” y ejecuciones, el otrora atractivo parque nacional, popular por las actividades de recreación, deporte extremo, gastronomía y su naturaleza; en el tiempo reciente ha saltado a la fama pública por la criminalidad que aquí permea, donde prevalece una lacerante impunidad, y desalienta su vocación turística entre visitantes nacionales y extranjeros.
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