Toluca, Edomex; 5 de
febrero de 2025.- La caballada en el PRI está muy flaca. La expresión era usada
en el pasado, para describir el bajo perfil político de quienes aspiraban a cargos
de elección. Hoy, la caballada flaca pudiera identificar claramente el momento por
el que atraviesa el partido que se desmorona a pasos agigantados. Y de paso,
describe a plenitud a quienes, desde ayer, ocupan los principales encargos de
la burocracia partidista. Anoche, la presidenta del priísmo mexiquense Cristina
Ruiz hizo sus primeros nombramientos. Lejos quedaron los tiempos de la ascendencia
política.
Cristina González,
exalcaldesa de La Paz y quien perdió la oportunidad de la reelección en junio
pasado, fue designada secretaria de Organización. Angelina Carreño -exdiputada
federal- asume la Secretaría de Operación Política. Melissa Vargas -excandidata
a la alcaldía de Toluca- fue designada al frente de la Secretaría de Gestión
Social. Lizeth Sandoval -exalcaldesa de San Antonio la Isla- fue nombrada como
vocera del partido. Benjamín Fournier -un montielista de cepa- fue designado
como jefe de la oficina de la presidencia priísta.
Con ese equipo y con esa
estrategia, las elecciones más próximas, que son las intermedias de 2027,
podrían significar una sentencia de muerte para el otrora partidazo, en el
principal semillero de votos tricolores. Mientras la dirigencia nacional que
encabeza Alejandro Moreno siga marcando la pauta del priísmo local, los resultados
serán los mismos de 2021, 2023 y 2024. Falta por ver las decisiones que asuma
Cristina Ruiz con los sectores y organizaciones, y hasta al interior de la
bancada priísta en el Congreso local. Va por todo el control.
Para la militancia que
se mantenía escéptica, la toma de decisiones de las últimas semanas en el PRI,
no deja lugar a dudas. La crisis política del partido ha tocado fondo. Quienes
dirigen al priísmo asumen sus carencias y limitaciones, y para ejercer su
liderazgo, han requerido de un gabinete con las mismas circunstancias políticas,
pero que les responda con lealtad personal a toda prueba. Cristina Ruiz y
Brenda Alvarado han tomado el control del partido, y han decidido que la mejor
estrategia es atrincherarse hasta las últimas consecuencias.
Aquellos priístas que
renegaron durante los últimos años de las dirigencias de Ana Lilia Herrera,
Eric Sevilla, Alejandra del Moral, Ernesto Nemer, Raúl Domínguez y hasta Luis
Videgaray, hoy podrán decir que, al menos se respetaban las jerarquías de la
clase gobernante y sus vínculos políticos. A la distancia, todo parece perdido.
Quien debe frotarse las manos es el Partido Verde. Su momento coyuntural es
ahora, para continuar la estrategia de reclutar a priístas marginados,
resentidos, excluidos y ávidos de protagonismo.