Juan Carlos Núñez Armas*
El pasado 13 de abril el Senado de la República aprobó el registro obligatorio de los usuarios de telefonía móvil que incluirá los datos biométricos de cada uno. Para entender mejor los alcances y peligros a los que podríamos enfrentarnos, empecemos por definir a qué nos referimos.
La biometría es una tecnología de identificación basada en el reconocimiento de una o varias características físicas de cada individuo, como la huella dactilar, reconocimiento facial, retina, voz, y ADN. Estos son datos únicos y permanentes, es decir, no existen dos individuos con las mismas características y se mantienen a lo largo de la vida.
Un buen porcentaje de la población hoy en día, y casi de manera rutinaria, utilizamos nuestros datos biométricos. Por ejemplo, algunos sistemas de control laboral que usan la huella digital para registrar nuestro acceso y salida del trabajo, también cuando utilizamos dispositivos de reconocimiento de voz y retina. Otro ejemplo interesante son los sistemas en los bancos que captan la forma de teclear de sus empleados y, finalmente, distintas aplicaciones móviles a las que proporcionamos la huella digital o el reconocimiento de rostros para tener acceso.
Actualmente, algunas instituciones de salud, el SAT, los bancos, el INE, tu celular y las redes sociales tiene tus datos personales y biométricos. El más conocido para la gran mayoría de personas es el registro federal de electores que almacena datos como tu nombre, sexo, edad, fecha de nacimiento, domicilio, tiempo de residencia, ocupación, fotografía, huella y firma. Está aún fresco el recuerdo de que en enero del 2020 la Secretaría de Gobernación solicitó al INE los datos biométricos de los inscritos en el padrón electoral para expedir la cédula de identidad y como sabemos el instituto se negó a otorgar estos datos y la razón fue que cada ciudadano tiene que autorizar personalmente el uso de dicha información.
En este 2021 el acuerdo del Senado de la Republica establece que se pretende generar un registro con huellas dactilares, identificación de voz, escaneo de iris o reconocimiento facial, relacionado con el número de serie de la tarjeta SIM. Según esta legislación la protección de estos datos estará vigilado por diversas leyes federales incluida la de protección de datos personales.
Las razones expuestas, para integrar este registro, son evitar que se cometan delitos como extorsión, secuestro y otros en los que se utilicen líneas telefónicas. Justo ese es el tema de fondo, el mayor problema al que nos enfrentamos es la vulneración de los derechos personales al otorgar nuestros datos biométricos, pues, por desgracia, en nuestro país tenemos diversos ejemplos de mal uso, por ejemplo, el mercado negro de tarjetas SIM. Otro problema más grave, y que seguramente afectará a muchos mexicanos, es el hecho de que a principios de mes fueron filtrados y robados los datos personales de 533 millones de usuarios de telefonía móvil en todo el mundo, para publicarlos en Internet de manera deliberada. Se supone que de ese número 60 millones de cuentas son de origen mexicano.
El INAI ha advertido que este padrón requiere un cuidado especial y consideró imprescindible limitar al máximo la entrega de los datos biométricos, en su caso, sólo los indispensables. Si un sistema biométrico no se resguarda adecuadamente puede facilitar la sustracción de datos sensibles e incrementar los robos de identidad. No olvidemos que en 2009 se presentó el robo de datos de usuarios de telefonía móvil que se vendían por 500 pesos la base de datos.
¿Quién de nosotros no ha recibido una llamada de un banco ofreciéndole sus créditos o tarjetas? Ahora ya tienen nuestra geolocalización en cualquier transacción bancaria. Imagine sus datos biométricos en manos de las compañías telefónicas. Esto es altamente peligroso, y si además se comete un delito el sospechoso será el dueño del teléfono con su registro correspondiente.
Para protegernos debemos tomar diversas medidas por ejemplo no proporcionar nuestros datos a cualquier página en la red, verificar el aviso de privacidad de páginas de servicios y de comercio electrónico, tener doble sistema de seguridad en los teléfonos, cambiar nuestras contraseñas frecuentemente y no compartir información sensible como dirección de la casa o cuentas bancarias.
Qué tanto podemos confiar en las autoridades y las empresas para que tengan cada vez mayor cantidad de nuestros datos biométricos. Todavía no creemos plenamente en estas tecnologías. Incluso se están estudiando alternativas como la “biometría cancelable” que permitiría, ante la sospecha de hackeo, borrar la información personal; la “biometría del comportamiento”, como la forma del caminar o de teclear, que calcula un perfil único en cada usuario y que, si no coincide, la aplicación no concede el acceso. La confiabilidad de la red aumenta, pero no estoy tan seguro de la confiabilidad de las instituciones responsables de custodiar nuestros datos y castigar a los que hagan mal uso de ellos. Así que, cuidemos a quién le proporcionamos nuestros datos, a qué proveedor y a qué aplicaciones le confiamos nuestra información. Resguardemos estos datos adecuadamente y evitemos que se haga mal uso de ellos.
*El autor es Maestro en Administración Pública y Política Pública por ITESM. Y Máster en Comunicación y Marketing Político por la UNIR.
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