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El Manual de Maquiavelo

Los grandes electores

Francisco Ledesma

 

La indefinición de quién será el próximo presidente de México no pasa por el margen de indecisos que aún existen en el espectro de electores potenciales para los comicios de julio entrante; tampoco está en el periodo de tiempo –seis meses- en el que las variables económicas, sociales y políticas podrían modificarse para generar un drástico cambio en las preferencias del voto; su razón está más en función de que los “grandes electores” de México aún no determinan quién es la mejor propuesta para sus intereses particulares.

 

Hasta lo hoy visto, y dadas las precampañas electorales que ya atiborran los espacios informativos con las imágenes mesiánicas de quienes pretenden gobernar este país por los próximos seis años, se puede concluir que los empresarios, las televisoras y demás poderes fácticos, están a la espera de que inicien las campañas formales, para con ello tomar definiciones sobre dónde y con quién invertir en el proselitismo venidero.

 

Todos los precandidatos presidenciales, sin excepción, son objeto de crítica, de escrutinio, de ataques. El periodo prelectoral ha calentado ya las apuestas sobre quién será el vencedor de los comicios de julio próximo sin que exista un claro favorito. Y es que en el fondo, pareciera que las decisiones de los grandes grupos de interés están por encima de las maquinarias electorales de cada candidato. El problema tampoco radica en ir en la cúspide o en la hondonada de las encuestas. Las circunstancias parecen coyunturales.

 

Los empresarios por ejemplo, siguen deshojando la margarita, de quién será la opción idónea para sus intereses de grupo. Muchos de ellos, que hace seis años veían con resquemor a López Obrador, han modificado la estrategia y tenido acercamiento para conocer su propuesta económica. Otros tantos –identificados con el panismo- como es el caso de Bimbo ya se han plegado a los intereses de la derecha conservadora. Y otros más ven en el puntero de las encuestas la opción más viable de consolidar sus negocios a futuro.

 

Los medios de comunicación por ejemplo, ya han tomado algunos partido, según su origen político, su dependencia económica y su línea editorial. La Jornada, siempre de izquierda, manifiesta sus simpatías por el proselitismo de Andrés Manuel. El derechista Reforma, no deja espacio a dudas, pues con la misma vara que tundió a Moreira hasta desterrarlo del PRI nacional, protege y salvaguarda a Josefina Vázquez Mota. Otros como El Universal y La Razón ven en Peña Nieto a su delfín político, y elevan un blindaje frente a sus errores.

 

Las televisoras, hasta ahora, parecen caminar en la indefinición. Televisa ha dado los primeros raspones a Peña y a Cordero, a través de Brozo, como figura legitimadora por ser un personaje que se presta al golpeteo político, sin ambages, pero con gran holgura como ocurriera hace seis años cuando Víctor Trujillo, entonces sin el disfraz de payaso, fulminó de un solo golpe las aspiraciones del ex gobernador mexiquense Arturo Montiel.

 

Lo cierto es que Televisa aún no cuenta con un candidato definido. Los contenidos de las últimas semanas, si bien aún muestran un manto de protección hacia el mexiquense, también se ha ido desmantelando su imagen a la de alguien que comete errores. En esa balanza de ponderaciones, la televisora de Emilio Azcárraga deberá sopesar los contratos millonarios que obtuvo de un lado, frente a las concesiones mediáticas y de poder, que le otorgó el partido en el gobierno. Es ahí donde radica su indecisión fáctica.

 

Y en paralelo, corren otros factores, como la autoridad electoral. Bajo el escenario del IFE partidizado, si los consejeros de izquierda y derecha unen fuerzas pueden ser punta de lanza frente al priísmo. En ese periplo político, también están los sindicatos, con las facturas del clientelismo electoral dispuestas para el mejor postor. Los cacicazgos locales, que frente a la inconformidad de decisiones particulares, pueden ofertar sus feudos al partido que los haga candidatos para el cumplimiento de sus caprichos personales.

 

Un factor, no menos importante, es la influencia del exterior. Pese a la soberanía supuesta que se dice mantener, ser vecinos del país más poderoso en lo económico, político y militar, conlleva a una fuerte injerencia en las decisiones electorales del país. Allí se explica en parte el descarrilamiento de López Obrador en 2006, y el consentimiento para que Fox asumiera el primer gobierno de alternancia que favoreció al panismo en 2000. Su decisión, acción y omisión serán parte de la historia que se está por escribir.

 

En medio de la cacareada lucha contra el crimen organizado, parece inverosímil dejar de considerar el papel de las células del narcotráfico. Su infiltración en la movilización del voto, la inhibición del mismo en otros sitios, y el inevitable financiamiento de algunas campañas electorales por mayores candados y mecanismos de fiscalización. Y en ese entramado, los arreglos políticos, y las componendas de encubrimiento por encima de todo.

 

Quizá por ello, muchos expertos en la materia consideren que hasta ahora las encuestas no son definitivas. El recorrido electoral aún mantiene una ruta larga, impredecible e inusual frente a las nuevas reglas electorales. Los poderes fácticos siguen en el análisis de su boleta electoral, para tomar una decisión poco reversible pasada la segunda quincena de mayo, donde las guerras sucias estén a tope, las encuestas electorales tengan más garantía y entonces sí, las apuestas electorales puedan tener mayor certeza.

 

La tenebra

 

Lo que hoy se cocina son candidatos a diputados federales. Le doy mis pronósticos de candidatos para Toluca: Fernando Zamora y María Elena Barrera. A ésta última, Peña la quiere en San Lázaro en caso de llegar a Los Pinos.

 

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