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El «tapado»

Francisco Ledesma

En los tiempos del partido hegemónico, el Presidente de la República en turno, decidía por una facultad metaconstitucional quien debería ser su sucesor, ya que al definir al candidato presidencial del PRI, éste se convertía en el ocupante de la silla de Los Pinos. Entonces, el abanderado priísta hasta antes de serlo oficialmente, era llamado el «tapado», en alusión a una pelea de gallos, donde los animales son cubiertos para generar una apuesta a ciegas, sin conocer las fortalezas o debilidades de los aspirantes presidenciables.

Aunque en la determinación final, se trataba de un «dedazo» unipersonal, bajo la responsabilidad del Presidente en turno, lo cierto es que antes de tomar su decisión consultaba a los sectores del partidos y a líderes de opinión. Desde ahí se percibían las cualidades de quienes surgían como aspirantes. Hasta antes de 1976, la clase política dominó el espectro electoral, pero fue Luis Echeverría quien echó por la borda la tradición priísta y se inclinó por su secretario de Hacienda para que fuese el sucesor de su encargo, José López Portillo. En la orilla quedó su secretario de Gobernación Mario Moya Palencia.

A partir de entonces, la llamada tecnocracia se apoderó de las grandes decisiones del país. Con un incipiente neoliberalismo económico, siguió en la línea de la historia Miguel de la Madrid Hurtado; quien a su vez se decantó a favor de Carlos Salinas de Gortari, el entonces secretario de Programación y Presupuesto, por encima de Cuauhtémoc Cárdenas, entonces gobernador de Michoacán, quien salió del partido y buscó la Presidencia de México por un amplio frente de izquierdas. En ese rompimiento, el PRI entendió que los «destapes» habían enfrentado un colapso inédito, y quizá puesta en duda la legitimidad del presidente Salinas, no sólo por lo cuestionado de su proceso electoral, sino por la escasa democracia en su unción como candidato presidencial.

En 1993, a la víspera presidencial de 1994, Salinas insistió en el «dedazo». En el esquema del «tapado», el juego sucesorio se había decantado a dos aspirantes: Manuel Camacho Solís y Luis Donaldo Colosio. La decisión favoreció al sonorense, convertido a la postre en candidato fallido por su asesinato en Lomas Taurinas, en la ciudad de Tijuana. El entonces coordinador de campaña de Colosio, se erigió de manera fortuita en candidato presidencial. Ernesto Zedillo carecía de una militancia, pero favorecido por la circunstancia legal y la coyuntura histórica, se enfiló a suceder a Carlos Salinas, y fue históricamente el presidente priísta que entregó el poder al panista Vicente Fox Quesada.

En los estertores del régimen priísta, el zedillismo simuló una democratización al interior de su partido para elegir candidato presidencial. El «tapado», Francisco Labastida salió con el triunfo frente a Roberto Madrazo, Manuel Bartlett y Humberto Roque Villanueva. Sin embargo, el proceso de votación interna no pudo reflejarse en la elección constitucional. El priísmo vio derrumbados 70 años de poder absoluto, y confirmó que sus procedimientos estaban caducos, y que la sociedad había cobrado una factura impostergable, con el voto de castigo. El PRI, sin un Presidente en turno, perdió la brújula y fue incapaz de entender a quiénes obedecer, qué dirección seguir, y cómo entender esa nueva disciplina partdista.

Hacia 2006, con una campaña electoral de casi seis años, Roberto Madrazo se erigió en candidato presidencial del PRI. Su rival más serio, el mexiquense Arturo Montiel cayó en desgracia acusado de enriquecimiento ilícito. Madrazo, cobró en 2006, los cargos de elección popular que se encargó de repartir en su condición de presidente nacional priísta. La cargada de los sectores le cobijó en cascada, y fue determinante la suma de componendas que había tejido durante el foxismo. Su resultado electoral fue desastroso. Como nunca antes, el PRI sucumbió a una tercera posición electoral, que ha recuperado palmo a palmo, pero que le costó mucho política, y económicamente.

Cuando está próxima la elección de 2012, el priísta Enrique Peña Nieto volvió al viejo estilo. Acumuló en seis años compromisos inconmensurables, con personajes que se convirtieron en gobernadores, diputados y alcaldes, a lo largo y ancho del país, que se encuentran en el interés de regresarle ese respaldo a Peña Nieto, para lograr la recuperación de Los Pinos para la causa priísta. Nunca estuvo tapado, por el contrario, desde 2005 emprendió una campaña mediática que lo posicionó como el puntero de las encuestas presidenciales. A la vista de todos puso sobre la mesa sus pros y contras. La cargada ha iniciado, y será una especie de tsunami a partir del domingo, cuando se registre como precandidato.

Al distinguir esos rasgos de dominio político, el senador Manlio Fabio Beltrones optó por la declinación. Con agudas inquietudes que podrían abonar a la fractura partidista. La separación de Beltrones fue en beneficio propio, para evitar un desgaste político innecesario, pero queda aún por ver la capacidad de unión en torno a Peña Nieto. Aunque su robustez en las preferencias electorales lo hacen desde la percepción como un personaje imbatible, y en esos escenarios, la maquinaria electoral funciona a tope, sin regateos.

Más allá de la guerra sucia que se prepare en su contra, Peña Nieto ha concitado una cargada no vista desde la candidatura de Colosio. A ello habría que sumar el apoyo de poderes fácticos, que ya buscan desde ahora acuerdos de beneficio mutuo entre el mexiquense y sus cotos de dominio económico, empresarial, gremial o político. El des-tapado ha emprendido una carrera sin detenimiento, y sin pasos en falso. Sobre errores en campaña parece verse en el espejo de su antecesor Arturo Montiel, y en su rival perredista López Obrador, que hace seis años contra todos los pronósticos, víctima de sus propios yerros y de una guerra sucia orquestada por nota, le hizo perder la elección presidencial frente a Felipe Calderón.

Calculador de los tiempos, Enrique Peña sabe que el respeto a la ley parece lo más importante en este momento, pues es una elección tan anunciada y de tan alta expectativa, que incluso podría ganarse en la mesa, en los tribunales. El des-tape más en forma, oficialmente, ocurrirá el próximo domingo cuando se registre como precandidato único del PRI a la Presidencia de la República. La rememoración del viejo régimen está en pie, está en ciernes, y toca a la puerta de Los Pinos, donde aspira regresar al ejercicio pleno del poder.

La tenebra

Si la candidatura masculina del Senado de la República en el Estado de México recae en alguien que no sea ex gobernador, entonces fue porque la decisión fue del gobernador en turno, y habrá abierto una segunda carta de sucesión al 2017. La primera despacha desde el edificio de Alfredo del Mazo esquina con Nicolás San Juan.

 

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