El Mesías de 2012
Francisco Ledesma
Nos encontramos a 400 días de que Felipe Calderón Hinojosa abandone la Presidencia de la República. Cientos de miles de mexicanos se encuentran esperanzados en que las cosas se modifiquen, y por supuesto mejoren en aspectos de seguridad, economía, política social, gobernabilidad, educación, salud y otros tantos que parecen sumidos en la ignominia durante décadas.
Pero en todos los casos que se imaginen, los electores abonan su fe en la imagen mesiánica que nos ha heredado el presidencialismo del priato, y que se ha repetido en secuencia en el resto de los partidos políticos y los liderazgos que les representan.
Sin importar color o ideología, los votantes mantienen ya su apuesta en que el arribo de un hombre guapo, o de un viejo dinosaurio, o de un radical, o de un izquierdista mesurado, o de una mujer motivacional, o del delfín tecnócrata, o de un abogado de abolengo, sea en cualquiera de las fórmulas imaginadas e imaginables, la panacea a los problemas que hoy nos aquejan. Todos, hoy en día, exponen razones por las que determinado personaje es mejor que otro. Proliferan mucho los qués necesarios el país, pero se habla escuetamente de los cómos.
En el año 2000, tras la victoria de Vicente Fox Quesada, la politóloga Ikram Antaki dejaba una lección que parece hasta hoy poco aprendida. Relataba a través de un artículo publicado en El Universal que el triunfo del foxismo reflejaba, entre otras cosas, el rechazo de millones de mexicanos al presidencialismo priísta que concentraba el poder político en una sola persona; por lo que resultaba paradójico pensar que una sola persona -en ese caso particular Fox- sería el remedio a los males que aquejan al país.
Y es que ese poder unívoco presidencial generó –en teoría- ex mandatarios que gobernaron con un manto siniestro, autoritario, insensible, y hasta soberbio. Esa figura que recibió el voto de castigo, se perdió en el andamiaje de los votantes, y exigían erigir un nuevo “tlatoani” para cambiar radicalmente las estructuras políticas, económicas y de poder sujetas a otros elementos.
La recomendación de Antaki no se atendió, y a más de una década de transcurrido el tiempo, las cosas siguen enraizadas en que una figura mesiánica será la respuesta a las apremiantes de la nación. Nada más alejado de la realidad, esa premisa se vuelve falsedad, cuando se reconoce que los grupos de interés superior imponen sus voluntades para hacer que las cosas pasen o no pasen.
Y ahí está la reforma política, la hacendaria, la energética, la de medios de comunicación, la laboral, y otras tantas que no avanzan, y no se generan.
Desde Macuspana Tabasco, hasta Villa Juárez Sonora, pasando por el emblemático Atlacomulco, se siembra la idea de que será cuestión de un liderazgo político la circunstancia ideal para superar la agudeza de nuestros problemas. Estamos a punto de cometer el mismo error, ese que ha generado desolación e indignación, pensar que un mesías –con acento tropical o copete engominado- podrá modificar el país en un chasquido de dedos.
Acostumbrados a un gobierno paternalista que lo proveía todo: empleo, salud, vivienda, seguridad, pensiones y despensas; los mexicanos deben transitar por sí mismos sobre su concepción de gobierno. El poder político por su parte, no puede, ni debe renunciar a las facultades que le otorga el Estado. La tendencia a privatizarlo o concesionarlo todo, ha reducido al gobierno a su mínima operación política. Se ha olvidado de su esencia y de su objetivo común.
Sea quien sea el personaje que reemplace a Felipe Calderón tendrá frente a sí un reto mayúsculo. En el próximo sexenio, no tendrá recursos presupuestales extraordinarios para revolucionar la inversión en infraestructura tan precaria en el país. Tampoco podrá renovar la plantilla de docentes que responden a los intereses particulares de un sindicato por encima de la calidad educativa. Mucho menos tendrá tiempo para regenerar el tejido social de los cuerpos policíacos para evitar la complicidad con grupos del crimen organizado.
Difícilmente podrá otorgar el empleo –en cantidad y calidad- que los mexicanos creen merecer. En el sector educativo, no se podrá atender siquiera la cobertura del bachillerato por mucho que se diga, y por mucho que se invierta. En el campo, abandonado por considerarse una carga asistencialista, se generan tan pocos alimentos y en algunos casos de tan baja calidad, que parece estar condenado a muerte. El medio ambiente sufre los estragos de un calentamiento global sin conciencia por revertir la tendencia que nos inunda.
Y el diagnóstico es lo que sobra. La planeación es lo que falta. Vivimos en un país que se intenta reinventar cada seis años. Los resultados están llenos de desesperanza. El mesías no llega, ni vendrá el año entrante.
La tenebra
Es tanta la lucha por el Presupuesto de Egresos de la Federación, que resulta poco alentador que sólo se puedan reorientar poco más de 100 mil millones de pesos: El 2 por ciento del total de recursos del Ejecutivo Federal.