Francisco Ledesma / El oficio de opinar
El año 2023, estará marcado en la agenda pública por la elección por la gubernatura del Estado de México, ya sea por su trascendencia en el inmenso padrón de votantes con posibilidad de salir a las urnas, o bien, por la importancia de su resultado ante una eventual alternancia electoral en el principal bastión priísta, o la reivindicación del Grupo Atlacomulco que instalaría al priísmo mexiquense como el de mayor peso político hacia el futuro.
En la elección mexiquense, a seis meses de los comicios, no puede decretarse un resultado definitivo por encima de las tendencias en las más recientes encuestas. Aquí, los triunfos están determinados por el ritmo vertiginoso de las campañas electorales, el contraste de las candidaturas, la organización de las estructuras partidistas, la ascendencia de los exgobernadores, el desgaste de los gobiernos vigentes, la movilización de electores, el abstencionismo y cientos de factores adicionales que se construirán en los próximos 150 días.
Por tanto, la responsabilidad social de quienes construimos opinión debe partir de que no hay resultados definidos; y es necesario tener un estilo propio que permita tener al alcance de las audiencias los mayores elementos de información para consolidar su toma de decisiones. No somos poseedores de verdades absolutas, ni mucho menos protagonistas de esta historia: sólo quienes la narran desde diversos ángulos de visión crítica y analítica. No somos la noticia.
El periodismo está para descubrir lo que el poder trata de encubrir. Bajo esa razón, los géneros de opinión no pueden reducirse a un resumen de los boletines del día anterior -para ese ejercicio ya existe una extensa oferta que se patrocina como columna-; tampoco comparto la idea de ser el santoral de los liderazgos políticos para mandarles felicitar ni en los espacios de opinión o en las redes sociales-; y tampoco considero que entrevistas a modo faciliten el acceso a información de interés público. Para llegar a audiencias inteligentes resulta una exigencia renunciar a los lugares comunes, si se sabe identificarlos.
El periodista no debe tomar partido ni a favor ni en contra de nadie. Sin embargo, las élites políticas asumen en gran medida que si se les crítica o les evalúa negativamente, es porque desde esa acera ya se han asumido posturas políticas a favor de sus adversarios. Los espacios de opinión deben ser consistentes, con equilibrios tangibles, sin filias ni fobias partidistas. La réplica es un derecho que los actores políticos pueden ejercer, pero que invariablemente confunden con reclamo.
La objetividad que, en ocasiones se reclama, simplemente no existe. El periodismo al ser una disciplina inmersa en acontecimientos sociales, mediante la narrativa o el análisis que realizan quienes ejercen el oficio, se construye con absoluta subjetividad de quien escribe, ya sea por sus creencias, sus vivencias, sus conocimientos; en síntesis, sus mediaciones personales e institucionales.
Los comicios del Estado de México serán un gran desafío para los partidos políticos, las candidaturas, y principalmente para el periodismo. Se trata del preludio de la elección presidencial; y aquí será un gran laboratorio para medir los alcances de las campañas de contraste entre dos candidatas mujeres, quienes tendrán por defensa una posible violencia de género.
El periodismo -que no confundir con publirrelacionistas- deberá incidir en los elementos de información y análisis; y sacudirse el estigma de ser defensores del conservadurismo, o bien, ser comparsa de la izquierda para formar parte de la primera fila de las próximas mañaneras. Sin embargo, como diría el clásico: no todos somos iguales.
La tenebra
La cuenta regresiva ya comenzó. Serán 150 días en que la polarización política ejercerá una mayor efervescencia entre quienes se disputarán el poder en la elección del 4 de junio. El periodismo no forma parte de esa contienda, sólo construirá la narrativa de los comicios: con la visión de los vencedores, y también de los vencidos.