El Manual de Maquiavelo 29-11-2024
Francisco Ledesma / La operación de lo inverosímil
Resulta inverosímil
pensar que, la alta presencia que tienen grupos del crimen organizado en el
Estado de México sea posible con la complacencia de apenas 14 funcionarios
municipales -siete de ellos en prisión y siete más prófugos de la justicia-, involucrados
en la llamada Operación Enjambre, y cuyas carpetas de investigación dejan de
manifiesto que las policías preventivas se encuentran corrompidas sin distingo
de partidos políticos, y cuyo propósito legal y marco institucional se fractura
ante la dominancia de poderes fácticos.
Por ahora, es
insostenible que un puñado de servidores municipales de forma unánime se hayan
dedicado a brindar protección o dejar el libre paso de agrupaciones criminales,
cuando de por medio existen mesas de trabajo interinstitucional en materia de
seguridad, las cuales se han implementado desde el sexenio calderonista, y que
con matices en cambios de la estrategia, se han mantenido durante los mandatos
del peñismo y el lopezobradorismo.
Es decir, en los últimos
años, la presencia de fuerzas federales y estatales se ha resuelto de manera coordinada,
y es increíble que por voluntad personal de alcaldes, comisarios de seguridad
pública o subdirectores de las policías municipales, hayan rebasado los
operativos de seguridad en los que se involucran más instancias de gobierno. Para
decirlo con contundencia, faltaría por ver el grado de connivencia del crimen
organizado con autoridades federales y estatales que les haya facilitado su
operación en la geografía estatal.
Ahora bien, una vez
encarceladas las autoridades municipales con el impacto mediático alcanzado, la
gran interrogante es cuántos policías municipales sabían de esta complacencia
hacia grupos criminales, y por qué hasta ahora, ningún elemento en activo -de ninguno
de los municipios involucrados- ha sido vinculado por las investigaciones ministeriales
en curso.
Se ha pretendido
enaltecer el trabajo de inteligencia de la Fiscalía de Justicia que encabeza
José Luis Cervantes, y la disposición política del Poder Judicial que preside
Ricardo Sodi, lo que permitió llevar a prisión a siete funcionarios
municipales; sin embargo, desde cualquiera de las dos instituciones hubo
omisión, negligencia, ineficacia o complicidad, porque otros siete servidores
públicos pudieron evadir la acción de la justicia, en un operativo que suponían
sigiloso y discreto.
Hacia el futuro
inmediato, se hace indispensable que los alcaldes electos pongan sobre la mesa
sus propuestas de los posibles directores de seguridad pública, pero resultaría
riesgoso que la sugerencia del gobierno delfinista se inclinara necesariamente
por perfiles castrenses, por encima de los perfiles civiles; y que en
consecuencia, tuvieran afinidad sobre quienes hoy encabezan la estrategia de pacificación
en el estado, en una entidad infestada por la presencia criminal.
La Operación Enjambre es
la punta del iceberg, en un estado cooptado por el poder fáctico del crimen
organizado, que ha demostrado inequívocamente su estado de fuerza, su capacidad
de letalidad y su inconmensurable solidez económica, frente a cuerpos
policíacos altamente vulnerables, corrompibles y limitados en todo su entramado
humano, estructural, institucional y presupuestal.
La complejidad de
combatir al crimen organizado está muy por encima de ideologías políticas o
pírricas victorias electorales. Las agrupaciones delincuenciales son capaces de
corromperlo todo, en todos los ámbitos de gobierno y sin distingo de filiaciones
partidistas, porque lo que está en juego es la disputa del territorio con otras
organizaciones criminales y la supervivencia de su operación en el mercado de
drogas más grande del país, el Valle de México.
La tenebra
¿Cuántos alcaldes van a
preferir enviar su último informe de gobierno por escrito, para evitar el
riesgo de ser detenidos por sus vínculos criminales?