Francisco Ledesma / La democracia… en los bueyes de mi compadre
Ana Lilia Herrera -no será la candidata del PRI a la gubernatura del Estado de México-, luego de que la semana pasada, las élites políticas dieron un albazo para ungir a Alejandra del Moral, como su virtual abanderada, lo que ha dejado un profundo descontento para quien aspiraba con suceder a Alfredo Del Mazo, y convertirse en la segunda gobernadora originaria de Ecatepec del siglo XXI.
Hasta ahora, la exalcaldesa de Metepec ha mostrado su rechazo -tanto en público como en privado-, y sus más cercanos colaboradores personales y aliados políticos, han acusado en sus redes sociales un proceso desigual, como si el priísmo hubiese sido alguna vez ejemplo de democracia interna cada que Ana Lilia resultó candidata a alcaldesa, senadora, diputada local y federal.
Con una extraña -y quizá inaceptable- actitud de sorpresa, Herrera no baja la guardia; y por ningún motivo asume la posibilidad de que Alejandra ya sea desde ahora, la candidata priísta a la gubernatura mexiquense. Una contienda interna que ha perdido por segunda ocasión consecutiva, producto de las reglas no escritas del priísmo más añejo, sabedora de que su rompimiento con el grupo delmacista se remonta a la contienda interna de 2017, cuando inventó haber renunciado a la Secretaría de Educación.
Mientras Herrera se benefició del manual del dedazo, no hubo queja alguna hacia las formas democráticas del partido; lo que le permitió forjar una carrera de cinco cargos de elección consecutivos. Lo que incluso, le imposibilitó terminar alguno de sus periodos, en busca siempre de sus ambiciones personales.
En el peor escenario posible, ha dejado de lado la Eruvieliña -esa jugada por amagar hasta el último minuto con ser candidata-; para subirse a la posible Pastorciña -erigirse en la Isidro del sexenio, con la idea de conquistar a la militancia y revertir una decisión ya tomada-. Lo importante para ella, y para un sector del grupo político que la respalda, consiste en estar en la boleta electoral.
Ana Lilia ha decidido jugar a las vencidas con el gran elector de su partido. Y eso, en el régimen priísta ha conllevado a la defenestración política por creer que la fuerza electoral reside en su carisma personal. Ahí sobran ejemplos como Mauricio Valdés e Isidro Pastor, que jamás se reencontraron con su militancia.
Ahora, el espectro mediático también ha comenzado a jugar en su contra. Un día le achacan reunirse con Delfina Gómez; otra semana, le acusan de buscar la postulación de Movimiento Ciudadano; y mañana quizá, de pretender una candidatura independiente, que evite señalamientos sobre su deslealtad. Y para rematar, la ecatepense alimenta la especulación con mensajes ambiguos.
Alejandra es una priísta millenial. Le entiende a las redes sociales y pretende asumir una personalidad menos acartonada; sin embargo, trae consigo el mismo costal de mañas, y asume el costo político del partido con mayores negativos. Ella ha ganado la candidatura mediante la decisión de una sola persona, con una democracia siempre cuestionada, pero que se ha mantenido con los mismos códigos durante décadas.
Eso le ha valido para que los mayores ataques en su contra, hoy vengan del fuego amigo, y tengan nombre y apellido de exservidores y funcionarios activos que durante los últimos meses apostaron a la candidata que no se rajaba, no se rendía, y le colocaban espectaculares por afecto y amistad; y la invitaban a partidos de futbol.
Por encima de la operación cicatriz; el delmacismo ya ha dado muestra de que la toma de decisiones -cuando no se procesa de forma disciplinada-, se deberá acatar sin resistencias; y con manotazos sobre el escritorio, lo cual podría percibirse en las próximas semanas.
El proceso interno priísta ya ha tomado una definición. Hacia la batalla electoral más desafiante de su historia nadie sobra, pero tampoco nadie resulta indispensable: ese será el último mensaje amistoso para quien quiera sumarse con Alejandra.
La tenebra
En el lado positivo de su narrativa; el delmacismo piensa a favor de los jóvenes. La diputada de la silueta con la mano derecha en alto, tendrá dos largos años para cabildear, y lograr la aprobación de la Ley de las Juventudes que acaba de presentar en San Lázaro: sin prisas y sin distracciones; a menos que se atraviese la elección de 2024.