Francisco Ledesma / Votar en libertad
La UAEMex está frente a
un escenario inédito: la ausencia de una candidatura de unidad que ofrece la posibilidad
a la comunidad universitaria tener más de una alternativa en su toma de
decisiones, frente a las imposiciones del pasado, donde no había más que la
ratificación de un candidato que era ungido por facultades metalegales, y que
se convertía de facto en rector desde el mes de marzo, y asumía las funciones
operativas, tras su elección, en el mes de mayo.
Ahora, con las campañas
universitarias en curso, la comunidad tiene a la vista a seis aspirantes a la
rectoría, a la que se ha sumado ayer jueves Laura Benhumea, aunque no necesariamente
todas podrían llegar a la etapa final, donde estudiantes, docentes y
administrativos participarán en una auscultación cuantitativa, y con su voto
-que en lo deseable deberá ser libre y secreto-, decidirán sobre el futuro
universitario. El voto universal de cada espacio académico, deberá incidir como
opinión preponderante, en el voto de cada consejero universitario que será
emitido en la sesión del 14 de mayo.
Con la prevalencia de
las seis aspirantes en campaña, está previsto que, el proceso electoral intensifique
su posicionamiento en la agenda pública en la medida que se acerque la fecha de
la elección, porque aun cuando se trata de una institución autónoma, en ella
participan intereses y actores políticos que buscarán imponer sus legítimas aspiraciones
sobre las demás contendientes.
Una limitante perniciosa,
es la imposibilidad de los medios de comunicación por acercarse a las campañas,
a las jornadas de promoción y al acontecer cotidiano de las candidatas; y tener
que conformarse a una entrevista por aspirante, porque eso restringe comunicar
abiertamente a la opinión pública el transcurrir de las actividades proselitistas,
sus propuestas de trabajo y el ambiente que se puede percibir en los espacios
académicos de la institución educativa.
Bienvenido el debate
público, pero no sólo el de las ideas y de las propuestas, que se privilegia en
los discursos protocolarios de las candidatas; sino la comparación de los perfiles
personales de quiénes son las seis aspirantes que pretenden convertirse en la
primera rectora de la Universidad, porque como en toda campaña -particularmente
la asentada en los partidos tradicionales-, hoy sólo nos muestran el rostro más
asequible de las contendientes.
La campaña electoral
inscrita en seis aspirantes, deja algunas lecciones que se experimenta en todos
los espacios académicos. Por un lado, nunca antes vista, la polarización
política entre directores, docentes, administrativos y estudiantes, porque es
imposible e indeseable pensar en la homogeneidad de pensamiento, y mucho menos
en la preferencia política en el curso de la actual elección universitaria. Esa
es parte de la normalidad democrática que muchos resisten.
No menos importante, la
perniciosa ambición de algunos directores, por imponer su ascendencia política
para favorecer sus preferencias, sus componendas y sus intereses sobre sus subordinados
-llámese docentes, administrativos y estudiantes-; pero también, esa oportunidad
única, que hoy tienen las voces discordantes de grandes sectores de la
comunidad, por votar en libertad.
La elección no está
decidida, porque el sentido del voto del consejo universitario, más allá de sus
afectos personales, deberá estar determinado por la opinión de la comunidad
universitaria. Lo que debe garantizarse es la libertad y la secrecía del voto,
la decisión de una comunidad plural, en la que las seis aspirantes a la
rectoría, han coincidido en que deberá ser escuchada. Y ahí, todas deberían hacer
un esfuerzo genuino que para que sea valorada su opinión, la comunidad no
debería estar sujeta a coerción, amenaza o estímulo de ningún tipo.
La tenebra
Una buena propuesta de
campaña, sería saber quiénes formarían parte de su gabinete universitario. Ahí
están las razones para votar o incluso votar en contra.