Francisco Ledesma / Los últimos 200 días
Este martes, comenzará una cuenta regresiva irrefrenable. Faltan 200 días para que concluya el sexenio del gobernador, Alfredo Del Mazo, cuyo mandato ha tenido que adaptarse a coyunturas políticas y circunstancias electorales adversas e inéditas que, lo han obligado a renunciar a las formas tradicionales por mantener la prevalencia de su poder público frente a la andanada morenista.
Del Mazo se ha convertido en un aliado político de Andrés Manuel López Obrador, quien muy a su pesar, también ha debido mesurar sus arengas en cada visita por el Estado de México, en cuya trayectoria opositora siempre se mostró como un férreo crítico del llamado Grupo Atlacomulco, al que pertenece el mandatario actual, y quien debe ser identificado como heredero por tercera generación.
Alfredo ha sorteado un sexenio de múltiples tribulaciones sísmicas, electorales y epidémicas. Un temblor cimbró la tierra y su mandato, cuando apenas cumplía cuatro días en el despacho de la gubernatura; lo que reconfiguró cualquier diseño institucional, presupuestal y asistencial de su incipiente gobierno.
Apenas nueve meses más tarde, el priísmo fue derrumbado de todos los espacios de poder: Morena logró la mayoría absoluta en la legislatura estatal y más de 60 ayuntamientos; a quienes les mostró su voluntad política, y sepultó tentaciones del pasado de fracturar bancadas o alcaldes de oposición.
Había transcurrido un año del sexenio, y sucumbió frente a la decisión presidencial de cancelar el aeropuerto de Texcoco -la mayor apuesta de infraestructura peñista-; y desde entonces, arropó el AIFA como símbolo de la modernidad y la proyección económica de los próximos 20 años. Se adaptó rápido a su nueva circunstancia: la reivindicación del presidencialismo en un hombre de distinta filiación política, pero con hechuras del viejo régimen.
Antes de cumplir siquiera la mitad de su mandato, la pandemia de covid-19, le obligó a plegarse a las políticas sanitarias de la federación; junto a la toma de decisiones de Claudia Sheinbaum, lo que, también, le garantizó un amplio canal de interlocución con el tabasqueño que tardó 18 años en conquistar el poder.
Del Mazo -virrey en el Edomex- debió afrontar, además, la mayor defenestración política del priísmo en su historia; y particularmente la clase mexiquense que sufre enormes negativos como principal bono político para los comicios del 4 de junio, cuando el mandatario actual busque retener la plaza electoral.
Sus mayores críticos, observaron que dedicó un día sí, y el otro también, a la entrega del Salario Rosa, un programa social que apenas beneficia al tres por ciento de la población mexiquense. Ahí se concentraron sus esfuerzos de comunicación pública que, pocas veces, le permitieron acercarse a las entrevistas colectivas y asumir posturas coyunturales, para demostrar la formación política que recibió desde su infancia en la Casa Estado de México.
La burbuja hacia los medios, como herencia del eruvielismo que apostaba por el talk show como estrategia de su mensaje y su agenda pública, se mantuvo en razón de las piezas que brincaron del priísmo estatal al Palacio de Gobierno.
El grupo político delmacista se mantuvo compacto, pero tampoco hubo capacidad para que uno de los suyos se convirtiera en delfín. Apostó por la figura joven y relativamente cercana a su círculo personal, con el único propósito de cerrarle el paso a los que hace seis años quisieron arrebatarle la candidatura.
En apenas 200 días, Del Mazo habrá entregado la estafeta. Su mayor legado, para priístas y morenistas, estará en sus formas políticas que se han adaptado a tiempos distintos donde no caben los arrebatos y la compra de conciencias del pasado; pero quizá eso sea insuficiente para la percepción de los votantes.
La tenebra
Del Mazo es un opositor que le conviene al Andrés Manuel que sigue despachando en Palacio Nacional; y podría ser un canal de interlocución con los resquicios del priísmo, para cualquiera de las corcholatas, ya sea Claudia o Marcelo. Todo apunta a que, en esta plaza, no habrá embajada como oferta.