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El Manual de Maquiavelo 26-07-2024

Francisco Ledesma /  Un corporativismo en decadencia

El magisterio estatal, al igual que otras instituciones supuestamente autónomas, fungieron durante el régimen priísta como un trampolín de trayectorias políticas, razón por la cual durante varias décadas ser líder sindical se convirtió en una ambición personal que era auspiciada por el gobernador en turno, cuyas aptitudes estaban relacionadas a su oficio electoral, por encima de su vocación académica. Los profesores fungían como promotores del voto priísta.

 

Los ejemplos sobran, como parte de un sindicato que en antaño era visto como una enorme estructura electoral, cuya maquinaria tenía la capacidad corporativa de llegar a todos los rincones del Estado de México, incluida aquella escuela abandonada, pero situada en la comunidad más marginada de la entidad.

 

La estructura magisterial -representada por el escalafón propio que tiene el sindicato- distribuía tareas electorales para garantizar la permanencia del partido en el poder. Ascender en la carrera magisterial, tenía -y mantiene- connotaciones políticas, derivadas de sus relaciones personales para lograr mejores posiciones de poder, y eso exigía que el sindicato tuviera espacios de poder público vinculados al priísmo, particularmente cargos de elección.

 

En casos recientes, Fernando Zamora y Héctor Hernández -exlíderes sindicales- se convirtieron en diputados por el priísmo; y en el caso de Zamora alcanzó la presidencia municipal de Toluca, con resultados altamente cuestionables y criticados. Y cuando los cargos de elección se perdían, siempre había espacios de la enorme burocracia estatal para hacerlos reaparecer como subsecretarios o directores generales de educación básica. El poder de la nómina los seducía.

 

En la medida que el PRI retrocedía en el terreno electoral, líderes sindicales también fueron abandonando la causa oficialista. Y pronto, fueron arropados por la oposición para consolidar su vinculación con un sector de la población que todavía goza de liderazgo social: el profesor o director de la escuela.

 

Ahí surgió la carrera política de Delfina Gómez, quien de ser directora de una escuela primaria en su natal Texcoco, fue impulsada por Higinio Martínez para ser candidata a la presidencia municipal en el 2012, cuando venció al priísta Manuel Cadena. Desde entonces, Gómez Álvarez tuvo una carrera vertiginosa de once años, hasta convertirse en gobernadora del estado.

 

Otros casos como Trinidad Franco -líder sindical en el montielismo- y Abraham Saroné -dirigente en el eruvielismo- se plegaron al avance de la izquierda, a través de Morena y el PT, para ejercer una ascendencia política entre un magisterio fracturado, y que dejó de ser el voto corporativo del pasado priísta.

 

A pesar del guiño del gobierno delfinista hacia el magisterio estatal, con la enorme presencia de profesores en su gabinete, está claro que los tiempos del corporativismo no son aplicables para la realidad política del sindicato de profesores, que ejerce una fuerza de más de 100 mil agremiados.

En octubre próximo, se deberá procesar la renovación de la dirigencia sindical. Atrás también han quedado los tiempos de candidaturas únicas, que se procesaban de forma semejante al otrora partido hegemónico.

 

La democracia sindical debe ser el gran aliciente para los profesores, en donde haya plena libertad de decisiones, por encima de los intereses políticos -internos o externos- por la ambición de detentar el poder magisterial de los próximos años. La gobernadora en turno dice tener la empatía con los profesores para entender sus necesidades laborales, y la vida sindical debería ser una prioridad.

 

La tenebra

Los sindicatos no deberían ser espacio para filias y fobias; mucho menos para líderes sindicales con simples ambiciones personales.

 

 

 

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