Francisco Ledesma / Una campaña para el olvido
Han transcurrido 53 días de una campaña electoral caracterizada porque ha sido incapaz de trasmitir un mensaje consolidado, poco ha entusiasmado al electorado y ha menospreciado a los votantes con las propuestas mostradas, y el nivel de debate alcanzado por parte de quien, invariablemente por las reglas electorales, se convertirá en gobernadora del Estado de México: ya sea la morenista, Delfina Gómez, o bien, la priísta, Alejandra del Moral.
Desde hace meses, cuestioné en este mismo espacio, los mecanismos metalegales -disfrazados de proceso interno- que utilizaron los grandes electores del poder político, para ungir como candidatas de esta contienda bipartadista a las favoritas del presidente, Andrés Manuel López Obrador, y del gobernador, Alfredo del Mazo, quienes allanaron el camino para colocarlas en las boletas electorales como las únicas alternativas en la decisión del votante.
Más allá de sus limitantes discursivas o incluso de su poca demostración de eficacia en el servicio público, las élites políticas privilegiaron -como históricamente ha ocurrido-, a quien le puede ser más leal a sus designios políticos, ya sea mediante la subordinación al poder presidencial; o bien, a un gobierno de transición, en el caso de una sucesión del mismo partido político.
El tono de las campañas electorales ha sido tedioso. Las candidatas acusan lastres de sus adversarios, pero sobre espacios absolutamente ambiguos. Hoy la clase política ha alcanzado acuerdos de componenda política que dejan de lado a los electores, y ponen por delante, los intereses de los gobernadores salientes, de los expresidentes, de los ganadores y de los vencidos.
No hubo un solo señalamiento a quienes han abusado del poder público, tampoco a quienes han incumplido con sus promesas de campaña. La connivencia sostenida entre López Obrador y Del Mazo, se trasladó al volumen del discurso proselitista. La 4T y el Grupo Atlacomulco como enemigos públicos vigentes, pero sin identificar o reconocer quienes ejercen el poder de dichos intereses.
La polarización política sólo existe en la narrativa mediática, porque hasta en las propuestas de campaña se observa una cercanía inédita; o bien, son redactadas por las mismas agencias de consultoría electoral. En la toma de decisiones del ciudadano común, poco puede distinguir las diferencias de gobierno que proponen uno y otro bloque partidista: un insulto para el sentido común.
Delfina Gómez y Alejandra del Moral apostaron a las campañas tradicionales: la seducción por los mítines masivos, la demostración en la capacidad de convocatoria, la pinta de bardas y colocación de lonas; y también la batalla en el barrio, para borrar o quitar lo que avanzan las brigadas contrarias.
Su aparición mediática, muy controlada, escasas entrevistas a modo; y amplia difusión de boletines diarios -aun cuando no tenían actividades públicas-. Una presencia en redes sociales sistemática, pero sin aprovechar la interacción de plataformas digitales, y un asedio por parte de grupos contrarios. La espotización que raya en el hartazgo de quienes escuchan la radio o ven la televisión.
Pese a la repetición del mensaje, la recordación de las propuestas o del mensaje no logró su cometido; las motivaciones para salir a votar están encaminadas a la identificación partidista o la protección de intereses personales o laborales, pero difícilmente por la convicción de una candidatura fortalecida, o bien, una oferta de gobierno que genere altas expectativas entre los mexiquenses.
Y si ese fue el nivel de sus campañas, poco se puede esperar del tono de su gobierno, sin importar quien gane en los comicios del domingo 4 de junio.
La tenebra
Hay que ser muy “valientes” o “cambiantes” para salir a votar el 4 de junio, y no transitar al universo de los arrepentidos sólo de pensar en la reconciliación o en la transformación que nos prometieron.