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El Manual de Maquiavelo 26-02-2021

Francisco Ledesma / La tentación universitaria

Morena evitó la tentación de entrometerse en el juego sucesorio de la rectoría de la Universidad Autónoma del Estado de México, a pesar de los muchos temores -algunos infundados- que surgieron hace un par de años, en el momento en que se anunció una reforma profunda a la vida democrática de la institución, y los grupos de interés acusaron una amenaza a la autonomía.

A la distancia, la bancada morenista optó por aplazar la reforma universitaria para evitar un desgaste político innecesario, y ha preferido dejar la decisión sucesoria a la vida interna de la comunidad académica y estudiantil.

Lo cierto es que, la autonomía universitaria ha sido cuestionada históricamente, ante una línea muy delgada entre el régimen político priísta y la vida académica de la Universidad, que supone una injerencia del gobernador en turno en la elección del rector, como si se tratase de un integrante de su gabinete.

La premisa parece confirmarse cada cuatro años, cuando el rector saliente de la UAEM se integra con cierta naturalidad al gabinete estatal, o bien, a órganos autónomos que le garanticen su prevalencia en el poder público.

En coyunturas políticas, esa autonomía ha sido tan permisiva y cuestionada que, los rectores en turno han otorgado rectorados honoris causa a gobernadores como Arturo Montiel y Eruviel Ávila para alimentar su ego personal.

Cuando a sectores del régimen se les han esfumado sus cargos gubernamentales, han encontrado en la Universidad un espacio de privilegio. Y así, la UAEM ha adoptado burócratas en su nómina a un alto costo económico y académico.

Esos caminos entrecruzados, son los que han caído de nueva cuenta en la tentación de tener un candidato que los represente en la rectoría, y que le permita al régimen actual su prevalencia en el gabinete universitario.

No es casualidad que muchas de las voces que se pronunciaron en defensa de la autonomía institucional, cuando Morena lanzó un intento por democratizar la vida interna de la UAEM, son quienes ahora pretenden permear la idea que desde la estructura gubernamental ya se tiene candidato para la rectoría universitaria.

Por ahora, cuando ha arrancado el proceso sucesorio de la Universidad, se ha roto con la tradición perniciosa del candidato único que asemejaba al partido gobernante en la entidad; aunque la baraja es muy limitada, y en cualquiera de sus opciones supondrá que se mantenga el dominio de las élites universitarias.

Se han espantado los fantasmas de que algún grupo disidente de la UAEM durante las últimas dos décadas presentaría su candidatura a la rectoría.

En el trayecto, algunos aspirantes han acusado un proceso acotado y controlado por la rectoría (como ocurre cada cuatro años); mientras algunos exrectores que se han sentido desplazados, buscan reivindicar sus intereses políticos, económicos y académicos en una elección que ya es de dos bandos.

Los planes de trabajo que presentarán los aspirantes a la rectoría tendrán diferencias marginales, apenas se lograrán distinguir matices en sus propuestas para la comunidad universitaria, pues formaron parte de un mismo gabinete.

El régimen político podría sentirse cómodo con cualquiera que sea la decisión que tome el Consejo Universitario, pues lo que está en juego es únicamente al grupo de interés que pudieran representar, entre los escándalos institucionales y financieros del pasado, o bien, la impericia atribuida al presente.

La tenebra

La UAEM no puede ni debe ser considerada un anexo del gabinete estatal. Lo único que puede salvarle es que la decisión del Consejo Universitario no sea contaminada con “mapaches electorales”, como ocurre en otras esferas del poder público.