loader-image
Toluca, MX
6:22 pm,
temperature icon
lluvia ligera
Hora Estándar Central

El Manual de Maquiavelo 24-01-2025

Francisco Ledesma / Echar la culpa al pasado

Ha transcurrido prácticamente un mes de que asumieron su encargo los nuevos presidentes municipales, y ya comienza a construirse una narrativa que resulta repetitiva cada trienio, en el sentido de que resolver los problemas estructurales de cada Ayuntamiento; así como atender las necesidades de la población, no será una tarea tan sencilla como prometieron en campaña, y el común denominador es que sus antecesores dejaron un enorme desaseo financiero, una infraestructura urbana abandonada y un deterioro pronunciado en el equipamiento con el que se debe ejecutar la acción del gobierno.

Sin importar el alcalde, ayuntamiento o partido político del que se trate -exceptuando los que se reeligieron o bien los que heredaron el cargo de esposas, esposos o padres-, está claro que desde el momento que tuvieron una aspiración electoral o política, asumían que los servicios públicos en su municipio no funcionaban, y a partir de ahí, debieron asumir que el pretender que funcionaran no sería una tarea sencilla, o bien, simplemente persiguieron una ambición personal que bajo síntomas de inexperiencia, limitaciones o incapacidad, hoy en un corto lapso han asumido que difícilmente podrán resolver o afrontar, y les restan en el camino 23 largos meses.

En muchos casos, sin distinción de ideologías partidistas, hay una curva de aprendizaje en la que alcaldes, síndicos, regidores y directores de los gabinetes municipales transitan para entender hasta dónde llegan sus facultades legales, pero sobre todo sus capacidades financieras, que son las que más adolecen los municipios, particularmente aquellos que no rebasan los 100 mil habitantes, y donde las carencias estructurales son tan severas que apenas alcanza para comprar la papelería suficiente y abastecer de combustible a las patrullas o a las unidades de la recolección de basura. No hay sorpresas, pero sí, alcaldes sorprendidos, quienes pensaban que llegarían a una fuente de abundancia y encontraron una tesorería municipal abultada de pasivos y deudas.

Pensar en el pasado ha sido y es la peor fórmula de los gobiernos para justificar su inacción. Hay alcaldes más preocupados por tecnicismos del pasado y de las sesiones de cabildo de sus antecesores, que por revertir la inercia de gobiernos que no atienden los servicios públicos más elementales, y que sí son parte de las facultades municipales. El discurso de achacar los males a sus antecesores, no es argumento, porque en muchos casos por eso los electores les dieron su voto, antes que repetir la fórmula con quienes perdieron la reelección, porque en esencia quienes se presentaron en la boleta electoral presumían de tener la solución al ejercicio de gobierno.

Está claro que, como en todas las campañas electorales, los entonces candidatos elevaron demasiado sus promesas de proselitismo, y eso derivó en generar altas expectativas entre sus votantes; y algunos, con desconocimiento en el diagnóstico de la realidad de los Ayuntamientos, hoy reconocen que no podrán cambiar la realidad en tres años, pero ni siquiera cumplir con las propuestas más básicas de sus campañas electorales. 

Hay un factor adicional: los alcaldes ya en funciones observan al Ayuntamiento como una agencia de colocación de empleos. Sin tener los perfiles profesionales idóneos, las nóminas de los municipios se comienzan a abultar de parientes, amigos o conocidos de los propios presidentes municipales, regidores o directores de cada área. Asumen que el poder que han protestado hace algunas semanas les durará para siempre; y en el caso de algunos alcaldes, disponen del presupuesto público como si fuese propio, para gastarlo en caprichos que no necesariamente resolverán lo apremiante, basados en la autonomía municipal que pretenden imponer como impunidad personal.

Esta historia se repite cada tres años, y cada tres años, también hay alcaldes que se enriquecen al amparo de la discrecionalidad del gasto público. Sobran ejemplos de alcaldes que hoy gobiernan en la frivolidad que les otorgan las redes sociales, pero en sus municipios, no hay ni por asomo obra pública que trascienda, los servicios públicos son ineficientes, y la seguridad pública padece de una violencia rampante. 

Las promesas de la campaña paulatinamente se van empolvando, entre los expedientes de atender lo urgente y administrar la inercia de los municipios, para cumplir medianamente con la tarea de gobernar; ya vendrán otros tiempos electorales, las renovadas propuestas de otros candidatos, y la defenestración pública de quienes hoy ejercen su encargo. 

Ese es un ejercicio cíclico y vicioso de la gestión pública, entre alcaldes que hoy ya trabajan a marchas forzadas para construir -en casi todos los casos sin experiencia- un bando municipal que deberán difundir en un plazo de diez días, la aprobación de su presupuesto público en menos de un mes, y la construcción de un plan municipal de desarrollo, que se supondría debe trazar la ruta del gobierno de los próximos tres años, pero que se reduce a líneas discursivas, unos cuántos indicadores de en qué gastarse el presupuesto anualmente y todo construido sobre la premura del tiempo, y la burbuja del escritorio en el que apenas se sentaron hace 24 días.

Aunque algunos, ya llevan tres años en el ejercicio del poder, la condición no cambia mucho. La reelección de alcaldes no ha venido a modificar la realidad de los Ayuntamientos. Los planes y programas de mediano plazo que se pretendían convertir en un desarrollo sexenal nunca llegaron, sólo se generaron cotos de poder más arraigados, que cumplen con las expectativas de una clase gobernante acostumbrada a construir cacicazgos. Por lo demás, los electores pueden esperar tres años más para volverse a ilusionar con nuevos candidatos, nuevas promesas de campaña, y nuevas expectativas frente a lo incumplido por sus alcaldes en funciones.

La tenebra

El 22 de enero de 2024, el exgobernador Arturo Montiel y su esposa Karla Cortés -involucrados en la rumorología de una disputa por la herencia patrimonial del priísta- publicaron un video donde desmintieron las versiones periodísticas, y presumieron tener un matrimonio fortalecido tras ocho años de relación amorosa. En junio pasado, Cortés perdió la elección por la diputación federal de Lerma. Y a la distancia, puedo confirmar que Montiel ha dispuesto de divorciarse nuevamente. Cero y van cuatro: Paula, Maude, Norma y Karla. Ochenta y uno años, y contando.