El Manual de Maquiavelo 23-02-2024
Francisco Ledesma / La verdadera Cuarta Transformación
La mayor complejidad de congruencia ideológica y pragmatismo electoral que enfrenta Morena durante los tiempos proselitistas que atraviesa el país, es justificar la inclusión de expriístas en las filas de sus candidatos a senadores, diputados federales y locales, así como alcaldes que serán respaldados por un partido político que tuvo como origen vencer al régimen que hoy parece arropar en sus filas partidistas, y que a manera de ironía discursiva se define como la Cuarta Transformación, pero del PRI.
La crítica no reside en quienes se aprovecharon de la militancia priísta para alcanzar todo tipo de posiciones políticas, y hoy que observan el barco hundirse saltan en búsqueda de una prevalencia de sus intereses personales o de grupo, porque la ambición desmedida de personajes como Eruviel Ávila, siempre fue un distintivo de su actuación profesional. Lo extraño sería que mantuvieran en algún momento un ápice de lealtad a los principios que decían defender como candidatos y que traicionaron como gobernantes.
En contraste, Morena fue concebido sobre la base de combatir un régimen podrido ya fuese por un modelo económico, o bien, por la corrupción rampante en todos los niveles de gobierno, producto de una clase política que era vista como el enemigo a vencer y parte integrante de esa mafia del poder que se pretende estigmatizar desde el púlpito presidencial en cada conferencia mañanera, pero cuyos miembros ahora gozan de la conversión y el perdón de sus pecados por el simple hecho de cambiarse de partido.
La mayor traición no es ideológica ni política, porque Morena no deja de ser un partido político integrado por personas, con virtudes y defectos, y que como en toda organización también han corrompido sus bases electorales; pero sí, la mayor decepción transita hacia su militancia, particularmente hacia sus fundadores, que hoy son desplazados por el espejismo de que la ascendencia política de los expriístas resulta atractiva para ganar las elecciones que se avecinan, sin importar su pasado inmediato.
Las élites morenistas se obnubilan en el ejercicio del poder político, porque en el reclutamiento de liderazgos priístas permiten el resurgimiento del régimen contra el que supuestamente combatieron en los peores escenarios posibles, víctimas de persecuciones políticas y fraudes electorales durante los últimos 40 años, y motivo por el cual cuestionaron severamente a su antecedente más inmediato como el perredismo funcional que claudicó frente al poder político, ya sea por sus alianzas pragmáticas con el PAN, o bien, por su entreguismo en el Pacto por México durante el sexenio peñista.
El morenismo, parece no entender la ascendencia política de la que goza, en la que no importa el tipo de candidatura que imponga para ganar elecciones, cuando lo que realmente ha valido es el peso electoral que ha demostrado su movimiento en los últimos seis años por la vinculación discursiva que ha entrelazado con sus votantes; donde no se ponderan las capacidades intelectuales, los aspectos físicos, ni la acumulación de cargos públicos o de riqueza patrimonial que pueda atribuírsele a sus candidatos.
En esa ecuación, a seis años de haber ganado la Presidencia de la República, Morena enfrenta una elección en la que la oposición no ha logrado enderezar sus fortalezas electorales. En seis años, el PRIAN ha mostrado su incapacidad para construir un liderazgo opositor capaz de ser competitivo en la contienda presidencial del 2 de junio; tampoco ha encontrado la forma de mostrar los excesos, los abusos y los errores de un gobierno que ha sido muestra inequívoca de improvisación e impericia en su ejercicio del poder.
Sin embargo, el mayor desafío de Morena será justificar que en la cúspide del poder y con todos los escenarios electorales a su favor, resucita a una clase gobernante que abusó del poder político y buscó de todas las formas posibles la imposición de un régimen priísta que lo dominara todo, y que impusiera sus condiciones por encima de la división de poderes y la sumisión de los órganos autónomos a partir de las componendas del poder, que quizá en esencia es lo que ahora los identifica con su reconversión morenista.
Por ahora, quienes simpatizan con el partido guinda deberán votar de forma directa o indirecta por Luis Miranda Barrera, Mónica Álvarez Nemer, Eruviel Ávila, Cruz Roa, Tanya Rellstab y lo que se acumule en el transcurso de la definición de candidaturas electorales. Mientras la militancia fundadora seguirá promoviendo el voto, y a esperar otros tres años, para ver que no se impongan otros priístas en su camino y su ánimo de transformación.
La tenebra
Y pensar que los priístas mexiquenses, harán campaña para el Senado a favor del panismo que los abandonó en el 2023.