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El Manual de Maquiavelo

El futuro que queremos

Francisco Ledesma

 

El próximo domingo, vamos a elegir más que al Presidente de la República. En nuestras manos estará la decisión de qué tipo de equilibrios mantendremos para los tres y seis años siguientes, cuando en la cita con las urnas hagamos lo propio para elegir diputados federales y senadores, lo que determinará en gran medida el sistema presidencial que queremos en el país. Eso establece el margen de maniobra del próximo Presidente.

Sobre la mesa electoral se encuentra la decisión de darle el “carro completo” a quien hayamos inclinado nuestra preferencia en la elección presidencial, o bien generar pesos y contrapesos entre los poderes ejecutivo y legislativo que deberán ponerse de acuerdo, con base en sus intereses de grupo, sus ideologías o quizá permanecer en el estancamiento de los últimos 15 años, sin avance en las reformas que el país necesita.

El escenario tendencial, abre la puerta para que se pudieran generar condiciones legislativas de mayoría absoluta a quien gane el Ejecutivo Federal, sin embargo, eso no parece un buen síntoma porque la presidencia omnímoda no ha sido una experiencia favorable para México. La gran preocupación se cimienta en restaurar un régimen que podría reducir a la oposición a una inoperancia en su articulación de gobierno.

Por otra parte, apostarle a un congreso dividido –que resulta el más propicio según las últimas elecciones- remite a la mala experiencia transitada en los últimos gobiernos, que no han logrado concitar los consensos necesarios para aprobar lo urgente. Aunque en la asunción de culpas, se debe entender que no todo ha sido responsabilidad de los legisladores, y ha sido parte también de la falta de cabildeo desde el Ejecutivo.

Ahora bien, lo que está en juego también en la elección del domingo, es nuestra decisión libre e informada. Las elecciones se ganan con votos y los votos los ponemos los ciudadanos. Mientras los partidos políticos mantienen acusaciones sobre compra del voto, y algunos ya preparan desde ahora su defensa jurisdiccional y alegatos post electorales. Lo que está por venir, todavía es un proceso de largo tiempo, donde algunos triunfos se buscarán arrebatar en la mesa. Esa es la lógica de los partidos y sus candidatos.

La lógica de los ciudadanos debería ser la de participar. La de reflexionar su voto, un voto, que en últimas fechas se ha venido desarrollando diferenciado y que no se ve manera de que en esta ocasión sea distinta. Desde la perspectiva de la oposición, parece muy necesario tener partidos robustos –de izquierda, derecha y centro-, que incidan en el debate parlamentario y en un sistema de equilibrios entre el Ejecutivo y el Legislativo.

Entender que votar, por un lugar común que parezca, es la única posibilidad de participación con la que actualmente cuenta la ciudadanía para expresar su aprobación, rechazo, aceptación o indignación respecto de algún partido o candidato. Es momento de reflexionar para emitir nuestro voto útil o nuestro voto de castigo, pero por ningún motivo dejar de votar.

Desde esa amplísima posibilidad, en nuestras manos está decidir si queremos transitar a un sistema tripartidista, dominado por las tres principales fuerzas políticas, o si queremos permanecer en un sistema que mantiene partidos satélite que sirven de muy poco, chantajean mucho y nos cuestan bastante. La pérdida de su registro está en nuestras manos.

En la medida que mostremos la intención de participar en los procesos democráticos, será cada vez más necesario abrir otras oportunidades de incidencia en el acontecer público como el referéndum, el plebiscito y la consulta popular, como herramientas de decisión donde la democracia nos permita incidir en otras acciones del sector público.

Pero sobre todo entender que el próximo domingo elegimos mucho más que el Presidente de la República, y eso es una oportunidad que se nos presenta cada seis años. No la desaprovechemos.

 

La tenebra

En la decisión del voto también está el grado de legitimidad que buscamos otorgarle al próximo Presidente. Y esa circunstancia, al final del camino, resulta determinante para el ejercicio de gobierno. Y si no, ¿qué le pregunten a Calderón?

 

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