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El Manual de Maquiavelo

¿Y la mediación?

Francisco Ledesma

 

Muy mala señal resulta que en el trayecto de las campañas electorales, los medios de comunicación hayan abandonado su función de mediación, para convertirse en protagonistas de la contienda, como corolario de sus pugnas empresariales, intereses de grupo y un debate interminable para defender sus posiciones particulares. Las audiencias parecen importarles muy poco, para imponer en sus agendas informativas la definición de sus proyectos mediáticos en la víspera de la sucesión presidencial.

La cadena de periódicos de la Organización Editorial Mexicana se excedió en su encabezado del pasado sábado, al atribuir a un “boicot” el pronunciamiento agudo de estudiantes de la Universidad Iberoamericana. Sin presentar argumento alguno, la OEM y Vázquez Raña exhibieron un periodismo militante bastante simplista y muy entreguista, sin respeto al rigor informativo que si bien exime de objetividad, exige de equilibrios.

No sólo eso. Uniformar a toda la cadena de “soles” con el mismo encabezado lo puso al desnudo. Aún cuando el periodismo militante es práctica común por otros periódicos como La Jornada, lo hecho por la OEM evidenció sus afinidades políticas de por sí ya conocidas. La credibilidad del medio fue lastimada, y para la opinión pública, el ejercicio periodístico en general, está en entredicho para desgracia de quienes lo practican.

Vázquez Raña se mostró de cuerpo entero. Impuso su voluntarismo empresarial y su ideología política por encima de la credibilidad de su cadena de periódicos. Se volvió, sin pretenderlo, en un actor protagónico de una campaña presidencial que ha olvidado a sus candidatos. Los poderes fácticos parecen conducir la agenda de las propuestas políticas hacia los nichos de poder que a ellos les interesa proteger, conservar o ampliar.

Por si el debate sobre los medios no bastara, la Cámara Nacional de la Industria de Televisión por Cable (Canitec) lanzó su propia guerra en contra de la periodista Carmen Aristegui. La acusó de ser una trabajadora “a sueldo” de Carlos Slim para presionar, chantajear a los candidatos presidenciales –y en específico a Peña Nieto- para dar apertura a la tercera cadena televisiva que está en el interés y la mira del hombre más rico de México.

En un desplegado lastimoso, Alejandro Puente –identificado como escudero de Televisa- acusó sin argumento a Aristegui de fungir como “cabildera” de Slim para dar una mayor apertura a la industria televisiva. Con una mordedura de lengua, Puente Córdova omitió que las “cableras” que representa son controladas por Emilio Azcárraga, y que en ese afán cabildeador, el propio Puente es candidato de Movimiento Ciudadano rumbo al Senado de la República, y formará parte de la “telebancada” del sexenio próximo.

Aristegui, con alevosía también y haciendo uso de su espacio informativo, ha plegado el respaldo de los coordinadores de campaña presidenciales, que semana a semana acuden a debatir en su noticiero. Frente al poder omnímodo de las televisoras y la desventajosa situación de MVS, el debate se ha centrado en las muestras de solidaridad que ha recibido Carmen –quien pese a su profesionalismo- se ha convertido una vez más en parte de la nota.

Las redes sociales, parte del espectro de la opinión pública, también se han volcado en la discusión política del quehacer mediático. Desde diversas trincheras, los medios se han victimizado, o han puesto a la práctica a los más ácidos “bots” para defenestrar a sus opositores. Es sin duda, la guerra por ampliar o conservar su influencia, han abandonado su vocación de servicio, para buscar ser parte del poder público o mantener una penosa cercanía.

En la medida que el ejercicio periodístico se acerca al poder público, tiende a perder su margen de maniobra, y a lacerar lo más valioso que tiene: su credibilidad. Lo que hoy está en juego no deben ser las canonjías de las televisoras, tampoco los privilegios de las concesionarias, mucho menos las ganancias de las telecomunicaciones, ni la apuesta por determinado candidato y opción electoral. Tampoco debieran ser las posiciones legislativas.

Cuando muchos periodistas están ocupados de atender una agenda informativa de vanguardia, y otras voces expresan su preocupación por la integridad de sus vidas frente a la amenaza del crimen organizado, o la censura ramplona vigente en muchos gobiernos; los empresarios pierden el piso para ocuparse de sus intereses sectarios, y es ahí donde está el riesgo de su prevalencia.

Y cuando creímos haberlo visto todo. TV Azteca presiona lo suficiente y lo necesario para que una televisora internacional como ESPN cese a Carlos Albert, quien alentó hace algunas semanas ver el debate por encima del fútbol. La televisora del Ajusco, impuso condiciones para que el canal deportivo siga teniendo acceso a la trasmisión de determinados equipos del balompié nacional, y a cambio pidió la cabeza de Albert. Ganó Salinas Pliego.

Sin duda, los medios de comunicación también están en deuda con sus audiencias, y ese es el gran debate que debieran sortear.

 

La tenebra

Lo más riesgoso de la actual campaña electoral, es que pese a la amplia ventaja que le dan las encuestas al puntero, no habrá condiciones de obtener legitimidad, derivado de guerras sucias, de acusaciones mutuas, debates interminables.

 

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