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El Manual de Maquiavelo 14-02-2025

Francisco Ledesma / La reforma faltante

El Operativo Atarraya que derivó en la clausura de más de 300 barberías ha abierto la discusión pública a una reforma pendiente en el entramado de la procuración de justicia. La reforma judicial debió comenzar sobre la estructura institucional de las Fiscalías, se escucha en voz de especialistas, y también desde posturas políticas que pretenden instalar en la agenda mediática.

 

Hace un par de sexenios, durante el ejercicio presidencial del priísta Enrique Peña Nieto, se impulsó una reforma que planteaba la autonomía de las Fiscalías (federal y estatales) que terminó por desvirtuarse y ser insuficiente. Se propusieron y aprobaron fiscales carnales en todo el país, y los gobernadores siguieron ejerciendo una autoridad jerárquica en la toma de decisiones.

 

La autonomía fue una buena intención que aplicó paulatinamente en el ejercicio presupuestal, pero en la designación de los fiscales prevaleció -si no una terna- sí una opinión o injerencia del gobernador en turno. El control de las fiscalías obedeció a élites del poder judicial o político, por encima de perfiles ciudadanos o de colegios de abogados. El Estado de México y la CDMX son una muestra inequívoca de decisiones políticas o reparticiones partidistas.

 

El cambio de nombre de Procuradurías a Fiscalías no modificó un ápice las malas prácticas ni tampoco las limitaciones o insuficiencias que padecen los Ministerios Públicos o los Policías de Investigación. No todo lo malo está en la conducta de algunos servidores públicos, también está de por medio que las Fiscalías acumulan miles de carpetas de investigación, frente a la incidencia delictiva que padece el país; y los recursos financieros y humanos son tan limitados que no basta con una serie de reformas legales para hacerlos abundantes.

 

La Fiscalía de Justicia sigue sujeta a coyunturas políticas. Hace algunos meses era la Operación Enjambre, que fue un golpe de autoridad en la víspera del cambio de presidencias municipales para desde la Secretaría de Seguridad asumir el control de la designación de comisarios. Las indagatorias se redujeron a la connivencia de mandos medios y superiores con organizaciones criminales, como si en la base de la pirámide policíaca no hubiera complicidades.

 

Posteriormente, vino la operación Atarraya con la clausura de bares y antros por supuestos actos delictivos; y el más reciente fin de semana, el cierre de barberías y estéticas -que según se dijo- ya se venían investigando con meses de antelación y se detectaron actividades ilícitas. El desaseo fue evidente, y aunque la justificación oficial insista en que sólo hay evidencia de un mal proceso en seis videos, se deja de lado advertir cuántos establecimientos no tienen sistema de videovigilancia y hoy se encuentra en la indefensión de sus dichos.

 

El problema que aqueja a las Fiscalías no es exclusivo del Estado de México, pero los partidos políticos y la clase gobernante prefieren voltear la mirada a una simple coyuntura, ya sea para presumir sus buenos resultados -desde el oficialismo-, o bien para quejarse y denunciar excesos -por la parte opositora-, pero nadie ha levantado la mano para proponer una reestructuración que permita tener Fiscalías más capaces, fortalecidas, amplias y honestas.

 

La autoridad presume una baja en la incidencia delictiva, pero deja de lado que hay cientos de ciudadanos que prefieren no acudir a las Fiscalías, ya sea por desconfianza institucional, porque presentar una denuncia es demasiado tardado, y porque tener su carpeta de investigación sólo queda en una estadística que difícilmente terminará con castigar a los responsables.

 

Las Fiscalías siguen asediadas por intereses de una clase gobernante que domina un régimen político basado en posiciones del poder público; y que esas componendas difícilmente se revertirán con simples reformas legales.

 

La tenebra

El debido proceso de cualquier operativo o investigación no debería estar peleado con la opacidad, el silencio y el hermetismo que priva entre los fiscales. Los vacíos de información siempre se llenan de rumores, trascendidos y especulaciones.