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El Manual de Maquiavelo 11-11-2022

Francisco Ledesma / La oposición de lo inexistente

Para la elección de 2023, la alianza prianista que se cocina de facto en los pasillos gubernamentales, pero que podría ser formalizada hasta el mes de diciembre por parte de las dirigencias partidistas se tiene claro un objetivo: evitar que Morena gane en los comicios por la gubernatura del Estado de México.

Es decir, los involucrados -antes de preparar una agenda de gobierno común, o bien, de presumir las bondades (si es que existen algunas virtudes) para mantenerse en el ejercicio del poder-, tienen como propósito inicial, frenar el avance morenista en la entidad más poblada del país, y gobernada durante los últimos noventa años por el régimen priísta -en cuya oposición surgieron los panistas y perredistas, hoy paradójicamente sus aliados-.

En esa involución discursiva, la oposición al movimiento encabezado por el presidente López Obrador, acude a toda clase de subterfugios para advertir del peligro que representaría el ascenso al poder por parte de Morena en la entidad; en cuyas arengas se distinguen argumentos limitados, y verdades a medias que se vuelven inverosímiles en la agenda pública de los últimos años. Simplemente se oponen a algo que no existe.

En dos intentos recientes, la alianza prianista ha manifestado su rechazo a la militarización del país, frente a las reformas legales que posibilitaron la permanencia de las fuerzas armadas en las calles hasta el 2028; y su resistencia a la desaparición del INE, por ser un atentado a la democracia del país, ante una incipiente reforma que no busca borrarle un ápice de autonomía y ciudadanía.

En ambos casos, los liderazgos de la oposición -particularmente la derecha-, se refugian en la exageración de los acontecimientos y el griterío como reemplazo de la buena oratoria; pero en la revisión de lo tangible, se advierte que mienten por deshonestidad intelectual, o bien por ignorancia absoluta.

Es ahí, en esas fake news, el entramado en el que la oposición ha perdido casi todas las elecciones, prácticamente todos los debates públicos, y de facto su escasa credibilidad. Y no es que Morena sea infalible, o tenga de su lado verdades absolutas; simplemente que, la oposición no ha entendido el malestar electoral para conectar su oferta política con las necesidades sociales.

El prianismo debe asumir que su regreso a la arena política y a la competencia electoral, transita por volverse una oferta de liderazgos con autoridad moral -no sólo en el apellido-; y un debate de argumentos, por encima de la desesperación, porque para el desgaste del poder de Morena, todavía faltan algunos años.

Si Eric, Alejandra y Vargas (no el de la Ley de Herodes) asumen que su rechazo a Morena será el argumento principal de su proselitismo, habrán entregado por anticipado la elección del 4 de junio. El país está muy lejos de convertirse en Venezuela o Cuba; pero también estuvo muy distante de convertirse en Suiza o Dinamarca durante los años del foxismo, el calderonismo y el peñismo.

La clase gobernante tiene un denominador común: viven en una esfera muy ajena a la de sus gobernados; y cuando recorren el territorio, se dejan arropar exclusivamente por sus simpatizantes, y lo hacen bajo escenarios controlados, que les impiden reconocer la defenestración política que les persigue.

El prianismo asume que la polarización electoral -construida por ambos bandos políticos- les dará en automático una canasta de votos de todos aquellos que están en contra de Morena; pero dejan de lado que, en la coyuntura histórica del Estado de México, parece más fuerte y convincente derrotar a los mismos de siempre; antes que oponerse a una alternancia electoral.

En el debate tan simplista de buenos y malos; o bien, de quítate tú para ponerme yo, parece tener una ventaja quien nunca ha gobernado el Edomex.

La tenebra
Recurrir al voto del miedo es vivir en 1994; y no parece funcional cuando el mexicano -y particularmente el mexiquense- ha pasado por las peores desgracias naturales, políticas, financieras y hasta religiosas, pero incentivar al abstencionismo, también es una estrategia para ganar elecciones con el voto duro más consolidado.

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