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El Manual de Maquiavelo 10-03-2023

Francisco Ledesma / El debate sobre el debate

De manera desenfrenada, durante la última semana, el priísmo mexiquense se ha volcado en un monólogo sordo, que pugna por la realización de cinco debates durante las campañas electorales entre Alejandra del Moral y Delfina Gómez, como fórmula para acortar las brechas de desventaja de las más recientes encuestas electorales y que tienen al partido en el poder al borde del precipicio.

Mucho han cambiado los tiempos en que el candidato oficial se rehusaba a acudir a debates públicos, porque estos ni siquiera se encontraban regulados en la reglamentación electoral, cuando hoy se han vuelto una imperiosa necesidad.

En el año 1999, el priísta Arturo Montiel, se negó a asistir a una mesa de discusión organizada por el periodista, José Gutiérrez Vivó, aduciendo una agenda muy cargada; pero que en el fondo, evitaba poner en riesgo su ventaja frente al panista José Luis Durán y al perredista Higinio Martínez. De una voz rasposa y una atropellada manera de hablar, Montiel prefirió por administrar su triunfo con spots televisivos.

Todavía en el 2005, en las elecciones por la gubernatura, no existía la obligatoriedad de organizar debates. El único ejercicio deliberativo fue organizado por TV Mexiquense, en el que participaron Enrique Peña, Rubén Mendoza y Yeidckol Polvensky. “Lo hicimos sin pedir permiso a ninguna autoridad electoral, en el estadio de basquetbol del ITAM Edomex, con la participación de más de 300 estudiantes y profesores entre los que pudieron preguntar, sin mediar ningún filtro, 14 de los ahí presentes”, recuerda Raúl Cremoux.

Para el anecdotario, Peña Nieto reconoció entonces tener un hijo fuera del matrimonio, en un escenario que parecía planeado para evitar futuros ataques.

En el 2011, ya el esquema fue muy diferente. Eruviel Ávila se hizo famoso por el exceso de rubor que le pusieron sobre sus mejillas. Convocados por el Instituto Electoral del Estado de México se organizaron dos debates, en los que sobresalieron los ataques entre los candidatos. Fuera del parámetro oficial, Televisa organizó dos mesas de análisis con invitación a los candidatos.

Hace seis años, en el 2017, la autoridad electoral organizó dos debates oficiales. Entonces, Delfina se volvió viral cuando soltó la frase: “vamos requetebién”. Mientras Del Mazo defendía el proyecto del Aeropuerto Internacional en Texcoco. Televisa repitió la fórmula, y realizó su propio debate con los candidatos.

En todos los escenarios, privaron conclusiones desfavorables a partir de debates rígidos, acartonados, con temáticas preestablecidas y aspirantes que se dedicaron a las agresiones personales, a leer las propuestas que les arman su equipo de asesores y a evadir aquellos cuestionamientos que suponen una conducta insana en la trayectoria política de los contendientes.

Sin importar el número de discusiones que se pudieran organizar, los formatos acordados por partidos y candidatos no permiten un debate real sobre las propuestas de campaña, que irremediablemente terminan en promesas incumplidas o en un resumen de autoelogio respecto de su hoja de vida.

Los debates organizados por televisoras privadas son más atractivos, pero lo apresurado del tiempo, no permite la discusión, y todo se fragmenta en frases cortas para tratar de convertirse en el hashtag del instante electoral.

Aún más, la realización de los debates no es un ejercicio que genere una amplia expectativa social, sus niveles de rating son bajos; y la toma de decisiones de los electores no se modifica sustancialmente por un debate, pues quienes observan este tipo de ejercicios tienen amplia identidad partidista.

En medio de la intercampaña -donde aún no pueden discutirse propuestas- y frente a la aprensión de las encuestas, sería deseable debatir sobre los debates, sobre su formato y su impacto. Y no quedarse meramente en el número.

La tenebra
¿Y si el distanciamiento, sólo es un justificante para ejecutar el rompimiento?