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El Manual de Maquiavelo 09-09-2022

Francisco Ledesma / La operación 10 x 7, ganar sin alianza

En las semanas recientes, el dirigente del PRI en el Estado de México, Eric Sevilla Montes de Oca ha reiterado la misión de conformar un ejército de 75 mil priístas como encargados de la promoción y movilización del voto para los comicios de 2023, con el propósito de ganar la elección por la gubernatura; y en cuyo horizonte se encuentra la misión de rebasar los 2.5 millones de electores.

Lo cierto es que, de ese universo de 75 mil priístas, casi la mitad corresponden a consejeros municipales, o bien, cargos de dirección municipal que se dedican a evaluar el trabajo de la otra mitad. Es decir, la carga de responsabilidad descansa en 39 mil responsables de construir la estructura electoral, en los más de 6 mil 500 comités seccionales distribuidos en los 125 municipios.

En la crítica más aguda del priísmo local, cuyo diagrama domina Enrique Martínez Orta, siempre se ha advertido que hay más generales que cabos en el ejército electoral; es decir, es más gente la que manda, que la que obedece.

Frente a las diversas coyunturas políticas, el PRI mexiquense no se confía en la construcción de una alianza electoral con panistas y perredistas; y por lo tanto, realiza el diseño de una estructura que le permita obtener más votos que la puntera, la morenista, Delfina Gómez, cuyo voto duro -si se considera la media de votación del 2017 y el 2021-, podría ascender a 2.2 millones de sufragios.

Ahora bien, partiendo de la base de 39 mil priístas en la base de los comités seccionales, se estima que cada uno de estos deberá promover al menos a diez militantes más, con una corroborada votación a favor del partido en el poder. En este segundo piso de activismo electoral -como si se tratase de un negocio de multinivel- se tendría ya una votación potencial de 390 mil mexiquenses.

Ahora bien, por cada uno de los 390 mil electores afines al tricolor, se debería apostar por un tercer nivel de hasta siete votantes; para alcanzar entre 2.5 y 2.7 millones de sufragios a favor de su partido, sin importar la candidatura.

La ecuación pareciera sencilla, pero en los más recientes procesos electorales, los promotores del voto priísta son también el eslabón más vapuleado por la defenestración política que padece el partido con más negativos del país.

En 2023, de alcanzar el objetivo por encima de 2.5 millones de electores, el PRI habría garantizado concentrar la votación en dos grandes polos: uno encabezado por la morenista, Delfina Gómez; y el otro identificado con la candidatura priísta, sin importar la posibilidad de participar en solitario, sin alianza electoral.

Ahora bien, la efectividad del ejército partidista también dependerá de la acción de gobierno que logre capitalizar a sus clientelas electorales, para lo cual se deben estimar programas asistenciales como tarjetas rosas, canastas alimentarias, becas, apoyos económicos para el campo, y demás entrega de incentivos que facilitan la promoción, activación y movilización del voto.

En esa lógica, el tricolor repartirá responsabilidades políticas a través de sus gabinetes regionales; además de alcaldes y diputados locales. Y en esa lógica, en los legisladores federales, aunque tengan cierto encargo, es mejor no confiarse porque casi nadie está en el círculo de confianza del gobernador.

Una posible alianza electoral con PAN y PRD, haría que el PRI fuera más competitivo frente a la oleada morenista que lo ha ganado prácticamente todo desde 2018, y cuyo batallón también se alista para una elección sin precedente en el Estado de México; sin embargo, la ecuación 10 x 7, podría ser una solución ante cualquier amago por romper la alianza electoral del año entrante.

La tenebra
Hoy más que nunca, convencer a los primeros 39 mil priístas -aquellos que nunca han tenido un cargo de elección, y ni siquiera en el gobierno- será la mayor dificultad para el priísmo; los restantes 2 millones 400 mil votantes, será una osadía. El desgaste en el poder será su peor carta de presentación.