Francisco Ledesma / El desafío de la democracia universitaria
La Universidad Autónoma
del Estado de México (UAEMex) ha entrado en una etapa definitoria por la
sucesión de la rectoría; una elección que ocurrirá el miércoles 14 de mayo, y
cuyo principal atractivo hasta ahora, es que todo apunta a que, de manera histórica
e inédita, la institución tendrá su primera rectora.
Por ahora, surgen
nombres de cuatro o cinco mujeres que tienen cargos o trayectorias de relevancia
al interior de la Universidad con posibilidades y aspiraciones para suceder al
rector Carlos Barrera Díaz; y eso también ha dado lugar a conductas personales,
acciones u omisiones deliberadas, ya sea de las posibles candidatas o de los
grupos de interés que las respalda y que no necesariamente abonan a una
contienda democrática y transparente.
Mucho se ha cuestionado
en el pasado que, los procesos de sucesión de la rectoría eran influenciados, y
aprobados, por el gobernador en turno, quien siempre tenía incidencia en la
definición del rector de la UAEMex, por encima de las decisiones autónomas que
teóricamente aquí tendrían que imperar.
La premisa se confirmaba,
en el momento en que un rector finalizaba su periodo de gestión, y de forma automática
se integraba al gabinete del gobernador; o bien, en alguna encomienda del poder
público, de esas que arroparon a los exrectores como consejeros electorales,
presidentes de la Codhem, magistrados del Poder Judicial, comisionados del
Infoem, y las instituciones que se acumulen; y hasta como dirigentes
partidistas o “mapaches electorales”, aunque ellos se autodefinen como
operadores políticos al servicio del mejor postor.
Hoy en día, las
aspirantes a la rectoría -entre quienes destacan por orden alfabético Laura
Benhumea, Eréndira Fierro y Patricia Zarza-, han desatado también una batalla
interna entre grupos políticos que se mantienen vigentes al interior de la
UAEMex y tienen legítimos intereses -algunos no tanto, y que rayan en la mezquindad
de lo financiero-; o en la ambición personal y egocéntrica.
La discusión pública
-que únicamente se concita en la comentocracia- ya también ha tomado partido
-no político, pero sí faccioso- para determinar quiénes tienen más o menos
mérito personal; y eso reduce la contienda a una competencia de simpatías y
afectos particularmente de quien lo escribe o lo comenta.
Quizá ya no exista el
tiempo suficiente, pero sería deseable aprovechar esa coyuntura para discutir
las formas y los métodos en que la UAEMex procesa la elección del titular de la
rectoría universitaria, a través de un consejo de directivos cuyo voto tiene
mayor peso que el del resto de la comunidad -ya sean docentes, administrativos
o alumnos-, cuando la universalidad supondría que todos tienen los mismos
derechos a elegir a quien los representa y dirige.
La mirada debería estar puesta
en los retos y las carencias que se viven al interior de la institución, o bien
qué tanta democracia exige la Máxima Casa de Estudios de la entidad, y no
olvidar que en la Legislatura local, existe un par de iniciativas -presentadas
hace seis años- que, en cualquier momento Morena podría desempolvar y aprobar en
las próximas semanas, con el propósito de cambiar las reglas ya definidas -como
ocurrió recientemente en el Poder Judicial-, y que abriera el paso a un interinato
y a una contienda abierta a la comunidad universitaria, sin “dados cargados” de
ningún tipo; y con absoluta transparencia.
La democracia es una
consigna inacabada, más aún en un país como México, cuyos antecedentes del régimen
político genera tentaciones personalísimas para ejercer facultades metalegales
-aquellas que bautizó y describió Jorge Carpizo del sistema presidencialista-
desde quien ejerce el poder, como por ejemplo decidir sobre los temas
sucesorios a partir de afectos personales, pero lo que no se puede permitir es
precisamente acabar con la democracia.
La tenebra
Para el Poder Ejecutivo,
la coyuntura exige voltear su mirada a la elección judicial. La UAEMex será tema
de su interés en el tiempo y momento necesario.