El Manual de Maquiavelo 06-09-2024
Francisco Ledesma / El recorrido del Poder Legislativo
A un año de que Delfina
Gómez asumió la gubernatura del Estado de México coincide con la entrada en
funciones de una nueva Legislatura local, que representa el brazo articulador
del cambio de régimen político. También debe ser el freno y el contrapeso de
las minorías legislativas que han contendido en las más recientes elecciones
como un bloque opositor al partido en el poder.
Morena se ha reivindicado
por tercera Legislatura consecutiva como la primera fuerza política de la
entidad. Sin embargo, tiene la obligación institucional de modificar legalmente
el marco estructural de un gobierno obsoleto. A lo largo de los últimos veinte
años, la izquierda ha señalado la incapacidad gubernamental para hacer frente a
los desafíos estructurales; y hoy se vuelve prioritario hacerlo posible con una
articulación de acciones entre el Poder Ejecutivo y el Legislativo.
Los cambios legales
deben trascender a la agenda legislativa nacional que representa una reforma al
Poder Judicial, o bien, la desaparición de órganos autónomos. Estamos llenos de
diagnósticos, que hoy requieren de resultados.
Aquí, la izquierda -debe
entender la particularidad del Estado de México- y sostener lo que ha propuesto
durante las últimas décadas con cambios al Issemym, a la UAEMex, a la estructura
de los Ayuntamientos, a las estrategias por combatir la delincuencia, la
corrupción, la pobreza, la desigualdad. Morena deberá renunciar al gatopardismo
de la alternancia electoral.
Delfina Gómez deberá
demostrar su respeto por la división de poderes; y evitar la tentación de las
facultades metalegales para incidir en la toma de decisiones del Congreso
local. Lo mismo está obligado para los miembros de su gabinete.
Los primeros doce meses
del ejercicio del poder han transcurrido entre una curva de aprendizaje de
mandos medios y superiores, y el cálculo político de cambios estructurales en
medio de un año electoral. Superadas ambas coyunturas, y con la mayoría calificada
en el Congreso local, no hay pretextos para la omisión.
Desde la oposición, a
pesar de su reducida presencia legislativa, se vuelve imprescindible funcionar
como una oposición que conecte con los votantes que sienten elementos de identificación
ideológica con sus causas políticas.
El Estado de México,
sería un buen laboratorio político para demostrarse que los mexiquenses merecen
una mejor oposición que la enarbolada por Alejandro Moreno y Marko Cortés, recurrente
de lugares comunes para denostar al gobierno en turno que no plantean un plan
de gobierno ni tampoco una agenda legislativa de interés, y estigmatizada por
sus escándalos personales.
Morena y sus aliados deben
evitar la tentación de avasallar a sus adversarios, y de ser la llamada
oficialía de partes para la gubernatura en funciones. La oposición, debe asumir
un papel de contrapeso, antes de claudicar para beneficio de las componendas
políticas que suponen sus intereses particulares.
Por ahora, todo es
festividad y un anuncio de una agenda legislativa que parece conducir al Estado
de México a convertirse en la próxima Dinamarca. Sin embargo, dentro de muy
poco, el golpe de realidad reflejará que solamente un puñado de diputados se
concentrará de las tareas parlamentarias, mientras el resto sigue las
directrices de sus fracciones legislativas.
Desde ambas aceras legislativas.
El bloque oficialista y las minorías opositoras están obligadas a romper con
las ataduras hacia las burocracias partidistas, y conectar con su electorado. No
es suficiente con discursos de autoelogio, en donde los únicos que ganan son
las élites políticas.
La tenebra
Luis Miranda Barrera y
Mariano Camacho representan a la dinastocracia en el nuevo entramado
legislativo federal y local, pero en algo pueden presumir que son diferentes a
sus progenitores: ellos sí ganan elecciones.