Francisco Ledesma / La renuncia anticipada al poder
A 92 años de creación el PRI enfrenta su mayor crisis política, marcada por la defenestración social, y una alianza electoral que le restará presencia, y en consecuencia de manera inédita lo desdibujará de gubernaturas, distritos y municipios en los que ha cedido candidaturas a sus otrora adversarios.
En el caso del Estado de México, por más de nueve décadas de historia, el PRI fue el único partido con la estructura política suficiente para presentar candidatos en todos los municipios y distritos, elección tras elección.
Incluso, a partir de 2003, cuando comenzó a construir alianzas con el Partido Verde y Nueva Alianza, las candidaturas siempre fueron encabezadas por priístas, mientras el beneficio de sus coaligados era garantizar su registro, aumentar su representación en la legislatura y ayuntamientos; además de incrementar sus prerrogativas electorales a través del arrastre priísta.
Desde 1996 experimentó la derrota en las urnas. La alternancia política legitimó un régimen democrático, con el crecimiento del PAN y del PRD que comenzaron a ganar sus primeras presidencias municipales y distritos de mayoría.
Sin embargo, en sus coaliciones electorales, el PRI nunca puso en duda su robustez, ni concedió un municipio o distrito a sus aliados.
En una decisión pragmática, parece muy rentable para el priísmo conceder 43 municipios a sus aliados para encabezar las candidaturas de alcaldes, sin embargo, en el mediano plazo, el PRI no tendrá condiciones de competitividad en esos mismos ayuntamientos en los que reconoce su inexistencia electoral.
Es decir, más allá del resultado de la elección del próximo 6 de junio, en esos 43 municipios mexiquenses, el priísmo podría olvidarse de presentar candidatos a alcaldes en los próximos seis años, o quizá depender de una nueva alianza electoral para tener condiciones de alta competencia.
Esa es la razón del descontento de la militancia, de quienes se sienten agraviados al conceder el poder político a sus adversarios por anticipado, puesto que antes de ir a las urnas, el partido ha renunciado a la contienda; y de paso, ha comprometido el futuro y la viabilidad del priísmo en uno de cada tres municipios del Estado de México, hasta el 2012 su principal bastión electoral.
También eso conlleva a pensar que, lo que ahora se ha visto como una solución inmediata para establecer un contrapeso a la alta preferencia electoral de Morena, sea el preludio de una prolongada crisis política del priísmo en municipios que antes fueron emblemáticos, y cuya clase gobernante deberá abrirse paso desde otras ventanas que no sea la competencia electoral.
Históricamente, las alianzas electorales entre PAN y PRD -incluidas las de 2010 y 2015- tuvieron como eje central establecer un contrapeso político al priísmo, como un agente dominante que arrasaba elección tras elección, y que hoy no confía en sí mismo ni para ganar Villa Victoria, un municipio sin alternancia.
El PRI ha firmado por anticipado su derrota en 43 municipios en los que ha otorgado sus candidaturas al PAN y al PRD.
A 92 años de hegemonía, la crisis política del PRI no sólo está relacionada con el desgaste natural del ejercicio del gobierno, sino que tendrá sus principales repercusiones con la renuncia al poder que ha establecido en gubernaturas, municipios o distritos en los que se ha otorgado las candidaturas a sus adversarios electorales.
La tenebra
Ninguna alianza electoral del pasado fue tan exitosa en el afán de vencer al priísmo, incluso antes de iniciar las campañas.