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El Manual de Maquiavelo 04-10-2024

Francisco Ledesma /  Los miedos de la sucesión presidencial

Tuvieron que pasar 36 años
para que un presidente de México pudiera entregar la banda presidencial a quien
fuera su delfín político, y ejercer a plenitud sus facultades metalegales de
incidir en la sucesión de la primera magistratura del país, lo que supondría
una continuidad al proyecto de gobierno de hace seis años, que más allá de sus
virtudes o defectos, podría consolidar la implementación de políticas públicas
como no ocurría hace tres décadas.

 

Fue Miguel de la Madrid
el último mandatario que pudo enfundar la banda presidencial a Carlos Salinas;
pero éste vio impedido su anhelo de heredar el poder a Luis Donaldo Colosio,
víctima de un magnicidio, y cuyo proceso sucesorio fue ampliamente accidentado para
quedar en manos de Ernesto Zedillo.

 

Luego vino la primera
alternancia electoral, que posibilitó el ascenso al poder del panista Vicente
Fox; quien tampoco pudo imponer en la línea sucesoria a Santiago Creel, y
entregó el mando a Felipe Calderón. Seguido de dos alternancias consecutivas en
el relevo presidencial del priísta Enrique Peña Nieto y el líder de la
izquierda mexicana, Andrés Manuel López Obrador.

 

Como en los viejos
tiempos del PRI, Claudia Sheinbaum ha arrancado con un gabinete de transición,
lo que significa la herencia de varios funcionarios de alto nivel que
trabajaron en el lopezobradorismo, y algunos otros liderazgos de grupos internos
que han debido ser integrados por componendas y pactos políticos, pero que en
suma, no se mantendrán ahí durante seis largos años.

 

Claudia Sheinbaum, sin
embargo, tiene claro que deberá dar continuidad a la mayoría de las políticas
públicas iniciadas por su antecesor en razón de dos elementos: por un lado,
reivindicar que su gobierno es la continuidad de un régimen político; y por
otra parte, asumir que gran parte del capital electoral que le permitió una
abrumadora victoria fueron los programas clientelares que identifican al
movimiento del cual se dice parte, y que hoy encabeza.

 

La primera presidenta de
México también tiene una agenda propia, que deberá implementar con el paso de
los primeros meses, y que buscarán ser un elemento distintivo para su mandato. Sin
embargo, difícilmente podrá marcar la misma ascendencia política que su antecesor,
quien trazó una ruta de ascenso al poder por más de veinte años, desde que era
dirigente del PRD nacional hasta alcanzar la Presidencia de la República. Una
condición prácticamente irrepetible.

 

Andrés Manuel -a quien
con insistencia se pretende identificar con el priísmo de los setenta- asume
que lo mejor para su causa personal es apelar al retiro político, y dejar que la
sucesora de su mandato asuma su propio desgaste en el poder; aunque la gran
incógnita entre la comentocracia hoy se concentra en saber y especular si evitará
incidir en la toma de decisiones del gobierno recién inaugurado. El transcurso
del sexenio dará las pruebas de su conducta.

 

Más allá de las filias y
fobias políticas de los últimos años, el arranque de un nuevo gobierno genera
altas expectativas con relación a que pueda tener un mejor desempeño que el
anterior, principalmente donde hubo retrocesos o simplemente poca voluntad para
mejorar la inercia gubernamental.

 

Sheinbaum no romperá con
Andrés Manuel, porque ahí está la base de su capital político, sin embargo,
aunque el tabasqueño eventualmente no vaya al autoexilio como sus más recientes
antecesores, será muy necesario que marque su distancia, y dejar pasar y dejar
hacer con tres consecuencias a su favor: desmentir a sus detractores de que
será el poder detrás del trono, renunciar al Maximato que tantos sinsabores y
malas experiencias dejó en el régimen político mexicano y mantener su capital
político a salvo al término de su mandato.

 

La tenebra

Y cuando despertó… el
dinosaurio seguía ahí, aunque con distinto color.

 

 

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