Francisco Ledesma / El fuego amigo quema reputaciones
Los aspectos privados de las figuras públicas, particularmente de personajes políticos, siempre son un aliciente para alimentar las campañas de contraste que son utilizados como artilugios de la comunicación política para cimbrar las portadas de los periódicos, la pantalla de los noticieros y las conciencias de los electores: la adelantada sucesión mexiquense no ha sido, ni será excepción.
El “fuego amigo” es aquel que se alimenta desde los adversarios internos, y es el más peligroso, porque lacera irreversiblemente la reputación personal. Esa es la principal razón por la que los partidos políticos -todos sin excepción- evitan contiendas internas, para impedir la defenestración pública anticipada; y han resuelto sus candidaturas mediante el dedazo, la candidatura única y la encuesta. A diez meses de la elección, el panismo ha pagado la novatez.
Hace dieciséis años, cuando el gobernador saliente, Arturo Montiel, buscaba la postulación priísta por la Presidencia de la República, le explotó en el despacho personal una archivada investigación que involucraba a sus hijos por depósitos millonarios en efectivo. Posteriormente, vino la exposición de su riqueza patrimonial con una decena de propiedades de lujo en el país y el extranjero.
Tras semanas en el escarnio público, Montiel desistió de su aspiración, y dejó el camino libre para Roberto Madrazo, a quien acusó de la campaña en contra.
La vida personal siempre es parte de la estrategia. En el proceso electoral de 2005, la entonces candidata del PRD a la gubernatura mexiquense, Yeidckol Polevnsky fue exhibida por haber modificado su nombre de pila.
Lo impensable, en el diario La Jornada, a través del columnista Julio Hernández, se dio a conocer el verdadero nombre de la candidata perredista: Citlali Ibáñez. En el ideario de la izquierda, vino la andanada contra Polevnsky, lo que terminó por encumbrar el triunfo electoral del priísta, Enrique Peña Nieto.
En la semana que transcurre, el diario Reforma, el más conservador de los periódicos de circulación nacional, lanzó una información relacionada con la riqueza patrimonial del aspirante panista, Enrique Vargas, en la que se involucran casas, ranchos, departamentos; y acciones que tendrían de fondo presuntas irregularidades en la compra de algunos inmuebles.
Para cerrar la pinza, la exhibición periodística alcanzó al dirigente estatal panista, Anuar Azar, quien habría comprado algunas propiedades, cuya evolución patrimonial se vuelve insostenible con los sueldos del servicio público. En conclusión, el diarismo de la derecha pone en estado de vulnerabilidad a la pieza que pretendía encabezar la coalición prianista; y de paso, al interlocutor autorizado de negociar la alianza que se pretende forjar para el 2023.
El PRI debe ser el más favorecido con lo difundido esta semana por Reforma. En el proceso de negociación, el delmacismo atenderá las mesas de diálogo con tres elementos: la votación del 2021 -en las que el priísmo obtiene el doble de sufragios que el panismo-; las encuestas que le son favorables al tricolor; y como colofón, los esqueletos en el clóset de quien se decía el más competitivo.
Enrique Vargas puede argumentar, una y otra vez que, sus bienes son producto de su actividad empresarial de hace tres décadas, cuando protagonizaba escándalos con la policía capitalina por asuntos de tránsito, pero en el imaginario colectivo, ha caído en un tobogán que puede agudizarse por el “fuego amigo” que pretende debilitarlo antes de siquiera negociar la coalición electoral.
Difícilmente las aspirantes a la candidatura oficialista pueden estar blindadas o vacunadas del escándalo; y lo peor que podría sucederles, es que la exhibición pública salga en plena campaña. Es tiempo oportuno de que, las aspirantes priístas vayan sacando los esqueletos del clóset, antes de que sea demasiado tarde.
La tenebra
Para quien aspira con ser gobernador del Estado de México, podría iniciar con tener conocimiento que la difamación y la injuria ya no son delitos; y no proceden las denuncias penales. Las demandas civiles desnudan de cuerpo entero la intolerancia.