Redacción
El pasado sábado, el Consejo Político Nacional del PRI aprobó el método de selección de su candidato presidencial de cara a los comicios de 2012: consulta a la base. El mismo mecanismo que ha llevado en un par de ocasiones a la fractura entre los grupos políticos del priísmo, lo que ha generado derrotas rotundas, y la pérdida del poder presidencial en 2000 y 2006.
Con dos aspirantes presidenciales encumbrados. Por un lado, el ex gobernador Enrique Peña Nieto, puntero de las encuestas electorales de 2012, a quien cobijan al menos diez mandatarios estatales, pero que hasta el momento sólo ha recibido el respaldo manifiesto de su sucesor en el Estado de México, Eruviel Ávila, mientras que el resto ha preferido los silencios. Del otro lado, el senador Manlio Fabio Beltrones Rivera, con el apoyo de los sectores: CNOP -Emilio Gamboa Patrón-; CNC -Gerardo Sánchez- y CTM -Joaquín Gamboa Pascoe-.
En general, sus proyectos de nación, hablan al igual que los documentos básicos del PRI de la justicia social. Con múltiples semejanzas en su manera de concebir la política económica y social, su principal diferencia radica en el régimen político que debe prevalecer y darle gobernabilidad a México, frente a lo que califican como los desvíos y desatinos de las administraciones panistas. A partir de este lunes, discutirán en diversos foros la conformación de la plataforma electoral del PRI, lo que ha derivado en descalificaciones mutuas a sus proyectos de gobierno.
Peña Nieto apuntala la «cláusula de gobernabilidad» que apuesta por la sobrerepresentación legislativa, una mayoría parlamentaria que aplaste a las minorías, y apruebe de facto las decisiones del Presidente en turno. Beltrones impulsa con insistencia los «gobiernos de coalición», que respeta la figura presidencial pero busca acuerdos entre las distintas fuerzas políticas del país, pero con la prevalecencia de su pluralidad partidista, como actualmente se encuentra representada en el Poder Legislativo.
De entrada, la consulta a la base como método de selección del candidato presidencial, le otorga a Peña Nieto una ventaja insoslayable dado su reconocimiento entre la opinión pública, sumada a la preferencia electoral que suma entre la militancia priísta por encima de la postulación de Manlio Fabio Beltrones. Sin embargo, tal mecanismo de elección exige de los contendientes una campaña abierta, y de frente al electorado, que abre flancos de acusaciones entre los grupos políticos, divisiones irreversibles entre las bases partidistas, y la constante exposición de sus debilidades. Los procesos internos electorales de 2000 y 2006 amenazan la antesala del 2012.
Aunque al interior del Consejo Político Nacional, se habla de una abrumadora ventaja de quienes son afines a Peña Nieto; dentro de la Comisión Política Permanente se buscaron mayores equilibrios entre los equipos de ambos precandidatos, el cual quedó integrado por el 15% de los consejeros nacionales y la cual será el primer filtro para procesar decisiones.
En dicho organismo partidista, del lado de Peña Nieto se encuentran su vocero David López; su ex secretario de Finanzas, Luis Videgaray; el ex gobernador mexiquense, Emilio Chuayffet y el actual diputado federal Alfonso Navarrete Prida. Mientras que para la causa de Beltrones, trabajarán su hija Sylvana Beltrones, así como los legisladores Fernando Castro Trenti, Sami David y Canek Vázquez.
Las experiencias del pasado, en 2000 y 2006, anticipan una lucha encarnizada por la candidatura presidencial. En el lejano año 2000, todavía con el PRI en el poder, la cargada priísta encauzada por el presidente Ernesto Zedillo favoreció a su ex secretario de gobernación Francisco Labastida Ochoa. El equipo cercano al ex presidente Carlos Salinas, impulsaba la candidatura de Roberto Madrazo, quien asesorado por el publicista Carlos Alazraki, lanzó su campaña que decía «Dale un Madrazo al dedazo», en referencia a Labastida.
Tras la contienda interna, la candidatura de Labastida se desplomó. El equipo que en principio apoyó a Madrazo hizo un vacío en la movilización electoral de 2000. El priísmo perdió por primera vez en su historia una elección presidencial, lo que favoreció a la alternancia política en en México, pero dejo sin brújula al PRI y sus bases, una situación que aún lo aqueja frente al poder inconmensurable que desde la fecha han adquirido los gobernadores en sus entidades.
Para 2006, el priísmo de nueva cuenta optó por la consulta la base. La contienda se centró en el TUCOM -Todos Unidos contra Madrazo-, grupo que conformaban los gobernadores de Tamaulipas, Tomás Yarrington; Coahuila, Enrique Martínez; Hidalgo, Manuel Ángel Núñez Soto y el mexiquense Arturo Montiel. El de Atlacomulco se enfrentó al entonces presidente nacional del PRI, Roberto Madrazo. La cargada fue inevitable, Montiel cayó en desgracia acusado de enriquecimiento ilícito. Madrazo se hundió estrepitosamente a un tercer lugar de la preferencia electoral, algo impensable para la robusta estructura priísta desde hace 80 años.
Los fantasmas de la ruptura acechan al priísmo. La palabra «unidad» retumbó el sábado pasado en el auditorio Plutarco Elías Calles. Pero Peña Nieto y Beltrones están cada vez más cerca de la confrontación, sin negociación de por medio, sin declinaciones a la vista, y con un empoderamiento que tiene a ambos en la misma ruta: el regreso del PRI a Los Pinos.